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La historia no oficial de la familia
Mercadeén




Probablemente ustedes se pregunten sobre la verdadera historia no oficial de la familia Mercadeén, tras una extensa y tediosa investigación en archivos del Servicio de Registro Civil de Trentino-Alto Adigio, el Ministerio de Relaciones Exteriores, consulados y otras fuentes relativamente confiables, tanto documentales como testimoniales, he descubierto lo siguiente:

Corría el año 1929 cuando el padre del patriarca abrumado por las deudas y acusado de intento de apropiación indebida, tuvo que abandonar las fértiles tierras del Tirol, en la frontera ítalo-austriaca. Se embarcó de conejo en un navío de la Compañía Sudorosa de Vapores, siendo descubierto por un aseador en el pañol de proa, justo en el momento que las ratas náuticas se lo iban a almorzar. Avisado el capitán, éste dispuso que se ganara el pan realizando una serie de labores domésticas. De esta forma el Tata Mercadeén se convirtió en el junior ad forcem del “Santa Frígida”. Allí conoció la vida marinera, que se mecía entre el trabajo y los combos. No obstante, también le hizo despertar bajos instintos en cada puerto al que recalaba. En el camino al Reino, la nave se detuvo en Porto Alegre. El joven marinero cansado de estar cuatro semanas sin probar la papa, se deslumbró al ver en el muelle a una escultural rubia, la que observándolo de reojo, le guiñó levantando la falda y mostrando sus atléticas piernas. El joven Mercadeén no pudo resistirlo y corrió a su encuentro, y sus cuerpos entrelazados se dirigieron al primer motel que encontraron. Por las circunstancias de esta zorra vida, el nido de amor se llamaba en español “Potencia sexual y Mr. Keki”, nombre con el que lo bautizó su dueño, un afamado turista empresarial extranjero. La experiencia que vivió Mercadeén nunca la olvidó cuando, mar adentro, sus compañeros corrieron el rumor que la tal “Rucia” era un “Rucio” operado. Allí comprendió lo dolorosamente peludo del acto. Por su mente se apropio la idea del suicidio y estando a punto de lanzarse por la popa, apareció ella, la futura esposa del dueño del barco quien le agarró del cinturón evitando su caída. Como buen Tirolés meridional, pronto estuvo tirando con ella. En el pañol de popa tiraron. En la sala de máquinas tiraron. En un bote de escape, también tiraron. Dos meses después, se supo la noticia en el buque. Enfurecido el novio amenazó de tirarlo. Sin embargo, el joven Mercadeén no había curado aun de su traumática experiencia y convenció a su novia de huir. Cuando estaba a punto de ser apresado, dio un fuerte combo en el hocico al futuro esposo y con un palo de escoba derribó al capitán y dos marineros. Aprovechando que el barco estaba a la gira en un puerto del reino, marcharon a estribor y bajaron un bote fuera de borda y prestos se dirigieron a la playa. Una vez que llegaron a tierra en calidad de náufragos, un policía se acercó y les pidió documentos; sin embargo, la Ley de Detención por Sospecha había sido nuevamente derogada, y les dejó ir. Los jóvenes pronto se adaptaron a su medio. Eran los años del querido León y ellos sintieron que sus cuerpos se llenaban de bríos y billete. En su tierra materna, Mercadeén había aprendido a fabricar queso de distintos sabores (chocolate, lúcuma;Etc.) y también cerveza de la Selva Negra. Con un pequeño capital que le prestó el Banco Sedesangra echó a andar el negocio. Pronto acabó con la competencia e inició los trámites para exportar quesos al viejo continente. De esa época data el nacimiento del Patriarca Mercadeén, a quien su padre obsesionó con la idea de ser bien macho. El hijo no comprendió en un comienzo la dura historia personal de su padre; sin embargo, en la adolescencia hizo suya la fijación de conformar una familia sólo con hijos varones bien machos, costase lo que costase. De esta manera, el Patriarca Mercadeén fue metiéndose en el submundo de la prostitución, las casas de juego y las empresas moteleras. Probó todo lo que debía probar en mujeres: chicas, grandes, morenas, rubias, sajonas, orientales, etc. Pero su padre había decidido casarle con una dama de alta alcurnia. María Pía Sometida era el nombre de la afortunada. El viejo averiguó si tenía alguna enfermedad venérea o genética, también sus antecedentes raciales y abolengo. Si estaba fichada o no, dentro o fuera del país. Era perfecta. También averiguó con una tarotista la posibilidad que su hijo tuviera solamente machos con ésta y la respuesta fue positiva. Sin embargo, para asegurarse recurrió a la asesoría de un experto genetista, quien le aseguró haber descifrado con certeza absoluta el genoma humano (antes que Celera) y que contaba con la tecnología secreta de la pos guerra para seleccionar sólo las variables X Y. La obsesión patológica por los trajes oscuros se originó en el “Patriarca” cuando decidió viajar a Ciudad Santa en una manda a San Gol. Allí en una callejuela se encontró con dos mayores, provenientes de un lejano país, quienes le contaron que estaban misionando. Aquellos trajes confeccionados en un suburbio de Taiwán impactaron profundamente al Joven Patriarca, de manera que decidió que sus futuros vástagos lo llevarían siempre consigo como uniforme familiar. 35 años después el Patriarca, ya muertos sus padres y finada Sometida, se encontraba en una situación financiera calamitosa pues la crisis del Arrozaso había llevado al quiebre de todas las empresas familiares. Abrumado por las deudas pensó en convertirse en Gigoló, no obstante, los años ya pesaban y el viagra le estaba saliendo carísimo; de manera que decidió seguir los pasos de un conocido empresario naviero y con los últimos fondos compró un buque de gran calado. Sus hijos, algunos cesantes, otros trabajando y unos cuantos viviendo a expensas del viejo, jamás se preguntaron cómo mantenían su alto standard de vida. Sin embargo, todo el drama se desbocó cuando la nana antes de morir, después de sacarse la cres...en la escalera recién encerada, masculló al hijo mayor del Patriarca que Jacinto (nombre político Ariel), no era gay sino Jacinta. Pero ¿cómo podría ser eso?, si todos los hermanos siempre le habían visto en pelota y con aparato, si hasta fué a sacarse la foto con Spencer. En reunión familiar para discutir el aumento del IVA, los hermanos, después de beber aguardiente y pólvora, decidieron encarar a su padre para que revelara la verdad. El viejo, sable en mano y contra la pared, estalló en lágrimas y, cayendo arrodillado al piso, les pidió perdón. Jacinto, ó sea Jacinta, no se había revelado en su verdadera naturaleza sino hasta muy avanzada la gestación. Todo ello debido a los cortes de luz por racionamiento que afectaron a la clínica durante meses y que no permitieron usar el endoscopio. Cuando nació el Patriarca, en un estallido de furia, intentó eliminar al genetista, pero su esposa logró evitar un baño de sangre. Todo había sido un error de pedido. De manera que decidieron, a los pocos meses, operar a la niña. Tras la intervención, falseados los documentos y coimeados los cirujanos plásticos, se procedió a inscribir al “niño” en el Registro Civil. Y así pasaron los años. Y cada vez que se producía desarmonía entre su cosita y el resto del cuerpo, su padre inventaba un viaje de estudio al extranjero para operarle... el resto de la historia la dejo a su imaginación.

¡Ah!, y la hermanita, mujer-mujer, fue producto de una infidelidad del Patriarca cuando trabajaba como humorista en una cantina de Valparaíso.
























Texto agregado el 19-09-2004, y leído por 139 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
19-09-2004 extraño y oscuro, voy a esperar el resto kaly
 
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