Me hubiera gustado vivir en aquellos tiempos
donde los hombres con las tripas vacías
vagaban por los desiertos en busca de ladinos demonios
que les ofrecieran todo el poder y las riquezas del mundo
a cambio de su libertad, para simplemente decirles:¡No!
y desde lo más profundo de sus almas maldecir su atrevimiento.

Me hubiera gustado vivir en aquellos tiempos
cuando el alma era indómita, limpia y salvaje
y por tenerla así hasta se entregaba la sangre y la vida,
porque este era el único pasaje a la eternidad.

Cuánto me hubiera gustado sumergirme
en las cálidas aguas de un antiguo rio,
para surgir como parido para otra vida.
Como nacido para despreciar la muerte.

Hubiera escrito mis palabras en el viento
para que libres viajen por las calles,
los desiertos, las montañas y los mares
hasta que se conviertan en sonidos
solo para aquellos que tuvieran oídos.

Sin pueblo, sin casa y sin cosecha.
Solo con el rumbo del lugar donde se llega,
buscando incansablemente a todos
los que para hallarse lo tienen que encontrar.

Descansar bajo la sombra de los árboles en los caminos.
Comer sabrosamente la pobreza de quien da todo
lo que puede dar sin esperar ni siquiera la gratitud,
y después dormir plácidamente en el lugar vacante
de alguna humilde choza o en una cueva junto a las fieras.

Admito que también me hubiera gustado
consolar a los afligidos, sanar a los enfermos,
bajar hasta los infiernos a derrotar todos los males
y retornar para seguir haciendo todo lo bueno que hace falta.

Cuánto me hubiera gustado humillar a los poderosos,
desvalijar a los mercaderes y maldecir a los codiciosos,
diciéndoles que todo lo que son y lo que tienen
no es nada para alguien que camina entre los dioses.