Lima, 6 de Julio:
Querido Alex, hoy, después de nueve años, volví al malecón...
Tenía ganas de volver aquí desde hace mucho, observar la danza de la costa, desde esta altura, siempre me dejó sensaciones exquisitas...
¡Ha pasado mucho...!
Mucho tiempo desde que abandoné las zapatillas negras de cordones, tan cómodas, para este tránsito desde mi paradero frente a la plaza de Barranco, mucho tiempo desde que le dije adiós a Andrés y a sus ojos verdes, mucho desde que, sin que se dieran cuenta, le clavé los ojos en la espalda a César, a Pedro, a Luis y a esa Lima odiosa que me pellizcaba los tobillos.
El circuito de playas, desde aquí, se ve lleno de autos subiendo y bajando con las luces encendidas, amarillando con sus destellos el manto negro que cubre el cielo limeño y yo quisiera, en el fondo, descifrar a dónde van con esa ligereza de 60 km/hr...
Y si estuvieras aquí, sentirías la melodía siniestra y lujuriosa del vaivén de las olas que se rompen una y otra vez con el mismo fervor sobre las rocas. Estoy segura que te dejarías acariciar a placer por esta brisa fría, que a veces me pareciera que te besa la nariz, los recuerdos y todas esas historias que aún no te he contado...
Estoy aquí, frente a ese mismo mar que nos comunica y que guarda entre las memorias de sus hijos las imágenes de nuestro primer baile en la orilla de la costa frente a Iquique. Y te parecerá increíble, pero aún siento la seguridad de tus manos posándose en mi cintura mientras rodeaba con mis brazos tu cuello y fijaba mis ojos oscuros en los tuyos...
- ¿Sabes bien que te llevo por veinte años verdad? - musitaste con la voz entrecortada mientras apoyaba mi cabeza sobre tu pecho...
Desde esa noche en Iquique han pasado más de seis meses... Y cuatro meses desde que abandoné Santiago y su lisura infame y traicionera, pero debo confesarte, querido Alex:
Aún no he dejado de pensar en ti...
|