Si en esta mañana de invierno
te entrego una lágrima,
con certeza sabrás pincelarla
con el rocío del alba.

Si en las horas en que descansan las almas
te doy la mía,
es para que preserves su luz
cuando la descomposición de los cuerpos
subyazca siniestra en el ensueño de su plenitud.

Si te doy parte de mi vida
es porque he prescindido de rebeldía
ante el desconcierto de tus sentimientos,
ante la abrupta intensidad
con que te ofrecí mi querencia
-tan pusilánime y desmedida,
en la parsimonia de tu pensamiento.

Creo en vos
y me deshabito si acudes a mi sinrazón,
me habito cuando me acompañas
a enfrentar los demonios,
éstos que han prescindido del inconsciente
para no acabar como una pila de escombros.

Cuando tus palabras llegan
hay una luz que persiste en el naufragio de mis aguas,
como un faro, como un estrella
perdida entre la nebulosa desierta,
persistes y te sumerges en mi esencia
para aquietar y templar
las turbias mareas de la conciencia.