Ella había a comenzado a encariñarse con el tal E, pero él no se percató del gran universo que habitaba dentro de la muchacha. Noches de amor que eran un redescubrimiento para Z, pero en cambio, para él eran un pasatiempo.

-El amor no existe- dijo asqueada Zoledad.

No volvería a importunarlo, estuvo a punto de abrir su alma para que él pudiera adentrarse en ella, pero el maldito E no quiso, se quedó en el pasillo de espera entretenido con revistas y frivolidades mundanas.

Se sintió triste y sola, al desamparo de las fieras. El desamor era una reiteración constante, aún conservaba el amor por ella misma, ¿pero de qué le valdría cuando necesitara sentir el calor de un alma amiga?

Lo que para Zoledad era amor, para E era un esparcimiento, algo efímero. Ella sabía que él necesitaba tanto amor como ella, tanta luz para hallar el camino de vuelta a su conciencia. Ella lo dejaría ir, a pesar de que no quería dejarlo , no deseaba perder ese resguardo ante un mundo tan avaro y condicionante para la libertad del espíritu que le otorgaba E.

Se iría, con su universo interior sobre el hombro en una noche de invierno, se iría sin él, porque E prefirió quedarse en la aglomeración del mundo. Lo detestaba y lo amaba de todas maneras, ese amor que tanto miedo le había dado, ese sentimiento aún se negaba a apagarse en el centro de su corazón, se endiablaba ese enfermedad llamada amor en no desterrarse sobre su boca, esa que hizo de los besos una prisión.

Un alma atormentada por el encierro, necesitaba un milagro o una señal de redención, ante la vida que la había expulsado un día en que Dios estaba travestido de Diablo.

Ella se iría a reposar su conciencia en las penumbras de su cuarto, la melodía de la lluvia acompañaría el tormento que la atravesaba. Zoledad no buscaría a nadie que no demostrara perdurar en su vida, una vida complicada y marginada. Siempre supo arreglárselas sola, pero hubo pequeños estímulos, pequeños charcos de claridad en su mente inquisidora, como Z, como A, como S, como G, como H, como muchas letras que formaron un precioso y frágil significado en el desolado internado de su SER.

Muchas personas habían desistido de Zoledad al reconocer su verdadera naturaleza, ellos por lo menos tenían la "oportunidad" de huir como ratas por tejado pero ella no podría escaparse ni prescindir de si misma. Siempre había tendido al aislamiento como un método de preservación. Preservación de si misma, de despertar los demonios que la habitaban y dejar al descubierto la rotura de su naturaleza más oscura e intensa, frente a una multitud desinteresada frente a sus inquietudes internas.

La lluvia le traía calma a su alma, acallando su mente y tomando por el cuello su conciencia,
el no pensar era agradable ante las voces que se disputaban el protagonismo en su cabeza.

No pensar y seguir viviendo, aprender a soltar y dejar volar los sueños que se rompieron en el desvelo de la infancia o de un amor que no tuvo las agallas de serlo. Aprender a fluir para que estallen los sentimientos, aquellos que nos hacen dependientes, en el preciso momento en que se extingue de estrellas el firmamento.

Dejar brotar las lágrimas para que se lleven la fiebre de la pasión que nos ha sumido en un ensueño ficticio, decir adiós por integridad y porque es la mejor forma de la que se dota la realidad para desarmarnos de emociones y de fuerzas creadoras.

Buenas noches, a todos aquellos que decidieron quedarse y a los que decidieron irse, también.