Amigos míos:
Mi amigo Avelino Cascavelino y Huichahuilota, de estirpe aristocrática tal como lo muestran sus apellidos, es miembro de una familia de abolengo en la comunidad. Su tío, don Procopio ya viudo y sin hijos, además de adinerado, es un adalid de su iglesia, presidente ad vitam interino de la Pía Sociedad de las Sociedades Pías de la Santa Iglesia Católica, amigo personal del señor Obispo. Don Procopio sólo tiene un sobrino, Avelino, del que está avergonzado por ser un joven calenturiento, salaz y concupiscente que seguido lo mortifica con su conducta. El probo señor ha pensado cambiar su testamento desheredando al pecador y dejar su inmensa fortuna a su amada iglesia.
Mi amigo se defiende diciendo que son mentiras lo que dicen de él, que cumple fielmente con sus deberes religiosos y sociales, sólo que por ser “tan carita” las mujeres se le resbalan. Tiene un buen trabajo y gana bien, pero desde luego, no despreciaría la fortuna de su tío.
Supe que don Procopio pasó a la dimensión desconocida, sin embargo, ni esquelas en los periódicos, ni misa de cuerpo presente presidida por su amigo el señor Obispo, sólo una misa de cenizas en una humilde iglesia donde fueron colocadas sus pavesas en el pequeño columbario del lugar.
Desde luego fui a darle el pésame al buen Avelino, ahora dueño de una gran riqueza (no vaya a suceder que yo necesite un préstamo). Lo encontré muy risueño y comunicativo y al preguntarle qué había pasado, él me dijo:
—Mis tías, hermanas del difunto, son las que decidieron las exequias. Por cierto, ellas están enojadas con el difunto y conmigo.
Lleno de curiosidad le pregunté la causa del enojo.
—Es que el tío murió en pecado, tuvo la muerte del caguamo. A sus hermanas no les dejó ni un centavo, sólo yo estaba en el testamento.
—¿Por qué dices la muerte del caguamo?
Y muerto de la risa me contestó:
—El buen señor, estaba con una furcia corriente en un hotelucho de paso, de esos de pago por evento. En la suerte suprema, sin recibir la extremaunción, tuvo un infarto masivo y murió en brazos del pecado, así que debe estar revolcándose en los mismísimos infiernos.
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