Hola amigos:
Ya ustedes saben que mi nombre completo es Avelino Cascavelino y Huichahuilota, y aunque las malas lenguas me acusan de ser acosador, concupiscente y salaz, no es cierto, es pura envida de mi éxito con las féminas. Todas se derriten con mi presencia.
Además, y no es presunción, soy un eficaz químico farmacobiólogo, subdirector de una prestigiada farmacéutica en esta capital. Por cierto, en la dirección de este corporativo trabaja una excelente secretaria ejecutiva, Ivonne. ¡Qué cromo de mujer! Alta, rubia, con una cara de ensueño. Es además poseedora de un busto exuberante, opimo, magnificente, pródigo. Unas piernas escandalosas que le gusta lucirlas.
Compré un moderno y funcional auto, un Passat de la VW y al comentarle a Ivonne sobre mi adquisición aproveché para invitarla a salir. ¡Sorpresa! Aceptó y me dijo “pasa por mí en la noche”.
Desde luego me engalané para la cita y provisto de una hermosa y cara orquidea fui a recogerla en mi flamante automóvil. En el elegante y exclusivo restaurant donde había apartado una mesa cerca de la pista de baile, mi compañera despertó admiración, por su atuendo, una blusa que dejaba entrever sus encantos pectorales y una minifalda ajustada de poca madre.
En realidad, bailamos poco, vimos el show y el amable mesero que nos atendió nos sirvió una cena digna de un cardenal, empezamos con dos martines para romper el hielo, siguió una sopa francesa y lo mejor: un enorme filete mignon, claro, acompañado con un excelente vino tinto chileno. De postre unas sabrosas natillas española y terminamos con un expreso y un coñac Hennessy. Por cierto, mi compañera se dejó caer con la comida como pelón de hospicio.
Cuando me pasaron la cuenta, tantito más y me da un soponcio. Pero, con actitud de gran mundo pagué sin rechistar la cuenta y en efectivo (no con tarjeta de crédito como cualquier burgués enfiestado). Le di al mesero una generosa propina y éste al despedirnos sonrió. Yo consideré, que lo hizo por la envidia. Al acércame a la puerta de salida fantaseaba con el hermoso cuerpo de mi acompañante haciendo nudo con el mío.
Le pedí al valet en la salida que nos trajera mi vehículo. En ese momento, Ivonne, con la habilidad de un prestidigitador, me plantó un beso en la mejilla y se subió a un taxi de los que hay fuera del restaurant y a través de la ventana abierta del mismo me dijo: “gracias por la hermosa velada y la cena, nos vemos el lunes en la chamba”. Se esfumó.
P.D. Espero que mis amigos: Heráclito, GAFER y YAR no piensen que soy un pobre pen… ¿Saben qué? A lo mejor tienen razón.
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