Por empujar la vista al horizonte
se fueron vaciando mis manos,
por retener el deseo de los banales placeres
y acudir a los efímeros vicios ante el derrumbe,
por mantener la cordura,
me volví loco de a poco,
sonriendo al estancamientos
de mis herrumbrosos objetivos

Por creerme un solitario
me quede solo de pronto,
por alzar la mirada hacia el cielo
bautice con mi rostro el suelo,
dándole vida a un abismo
de sucias culpas y vino,
a la vista de las incansables sombras
que no se dignan a morir

Por andar en contra mano
colapse con la tristeza,
y esa tristeza era el mundo,
quejándose en su hedionda sinfonía,
asustado de su propia rotación,
eternamente fatigado
por su inmutable traslación,
como cada pesada hora del día,
como cada pesadilla de la noche.