El despertar se hace pesado cuando los roces de manos no están dispuestos a perpetrarse.

Incontenible se hace el tiempo del devenir de las cruzadas latentes pisando territorio oponente.

Tan ilusos, tan descuidados, tan extraños. Tan diferentes que cuando nos destruyeron nos convirtieron en piedras y polvo que terminaron echando al mar gris de las cenizas de los bosques que nos vieron correr.

El viento sopla y por fin puedo mezclarme contigo y tú conmigo.

El sabor es amargo y seco, pero me da lo mismo. Cierro los ojos fantasmas al cielo que nos transporta y la luna nos pinta la cara mientras danzamos con los demás.

Un fuego aviva la guerra, el dolor, la pena y los gritos.

Por primera vez, somos libres.