EL UNIVERSO Y OTROS AMORES
Entre tantas adicciones que he adquirido a lo largo de los años, hay dos que me tienen vulnerable: una es el universo y sus misterios y la otra es muchísimo más pequeña; a lo mucho 164cm de estatura y de la cuál quiero hablarles.
Alguna vez había podido librarme de ella por más de 7 meses, pero como en cualquier adicción a la primera tentación el adicto cae; pues caí. No es fácil desprenderse, ya que hay algo en su interior que absorbe mis sentidos y me mantiene girando en torno a ella. Es tan fuerte su fuerza de gravedad que siempre, invariablemente termino cayendo en sus brazos, y ya ahí rendido he comprobado la teoría de la relatividad de Einstein, pues las horas que paso junto a ella se hacen minutos y las horas en las que la extraño se hacen días. Esta distorsión del espacio tiempo sólo la encuentro posible en un agujero negro, viajando a la velocidad de la luz o estando con ella.
En ocasiones a riesgo de recibir una bofetada de celos, le cuento de mi otra adicción; le hablo sobre infinitos, galaxias y sobre planetas lejanos. Le cuento tantas cosas que en ocasiones siento que la enfado; justo cuando le pregunto: ¿crees que exista vida en otros planetas de estrellas lejanas? Veo que sus ojos están perdidos mirando su celular, entonces salgo con una ocurrencia para llamar su atención: tus ojos son dos estrellas que deslumbran mi alma, dos estrellas que le dan rumbo a mi vida. --jajaja qué tonterías dices, mejor vamos a ver una película, pero una cursi, de esas de amor porque del espacio y viajes en el tiempo ya hemos visto suficientes--.
Hay un sofá, donde vemos las películas y nos pasamos todas las tardes, siempre terminamos enredados, fundidos uno con el otro como dos galaxias que después de su danza erótica terminan por ser una sola. Las tardes, son, sobra decirlo, tardes de infinito placer, pero nunca he sabido bien a bien que es lo que me lo provoca; si la cabalgata de ella sobre mi, sus pechos como dos planetas que me hipnotizan con el vaivén de su órbita elíptica, el resplandor del sol sobre su cabeza o el clímax que como una explosión de supernova estalla dentro de nosotros.
Y quisiera contarles que todo va bien en nuestro pequeño cosmos, pero cómo en éste universo todo tiende al caos y nuestra relación no se salva de la entropía; hemos hecho de la discusión nuestra forma de relacionarnos, se nos ha hecho costumbre perder el rumbo pues últimamente sus infinitos y lo míos han sido de reclamo, sus “tu siempre” y mis “tu nunca” son el sol que sale de cada día. Hemos pasado del infinito placer al eterno descontento, y ya perdidos en éste vacío donde la luz no brilla, el tiempo no pasa y nuestro amor no gira, desertamos cada quien de la misión de conquistar al otro.
Pero ella es más fuerte que yo, por eso he sido su Luna por no sé cuantos meses, yo quiero volver a ser su sol, aunque sé perfectamente que ella es una mujer libre sin nadie que esté a su centro. Ella no gira en torno a nadie ni a nada, como un planeta huérfano, no gira ni siquiera entorno a sus convicciones pues dura más una estrella fugaz que sus ideales. Ya me cansé de darle vueltas al asunto y de girar y girar en torno a ella y a su disponibilidad de horarios, ya me cansé de ser eclipsado por la sombra de su indiferencia cada vez que se le da la gana. Pero no tengo la fuerza para salir de su campo gravitacional. He querido encontrar una respuesta a nuestro drama cósmico en la física, pues ésta describe el modo en que se comportan y se relacionan entre si la materia, la energía, el espacio y el tiempo, pero su materia, su energía, su espacio y su tiempo son tan impredecibles como la mecánica cuántica, es por eso que no he encontrado una fórmula que me permita predecirla en lo más mínimo o en el último de los casos librarme de ella.