Tengo esta imagen repentina
de pieles desnudas
amándose sin descanso,
de manos y brazos moviéndose
arriba y hacia abajo
al ritmo de respiraciones profundas
que nuestro pulmones sincronizan
con los latidos de nuestros corazones.
De golpe ha aparecido todo esto
y me ha quitado el aliento.
Las letras nuevamente fluyen intranquilas
mientras en la música suena
un eco de voces de esperanza
que me dicen que hay algo encendido nuevamente.
No puedo entender
como me has apabullado tanto.
Fueron apenas unas imágenes,
nuestras voces, pequeñas frases,
un rostro, nuestros anhelos,
unas gotas que caían desde el cielo,
el frío, la conversación,
ni tan cerca ni tan lejos,
uno frente al otro.
El tiempo se nos pasó volando.
Inquieto continuaba yo,
dándole una que otra vuelta a todo esto,
cuando repentinamente aquella música sonó;
el arco iniciaba su sonido eléctrico y difuso,
las cuerdas daban el ritmo y la profundidad,
los golpes acústicos eran los latidos
que mantenían con vida la melodía en su conjunto
y la voz, dulce y aguda,
lanzaba sus gritos de esperanza.
La imagen al principio descrita
sin permiso apareció,
y las frases se volvieron respiraciones,
las gotas se volvieron lluvia torrencial,
la distancia física no existió más.
El tiempo se hizo infinito. |