Una mala despedida
Era verano, en el hermoso sur de Chile. Sus brisas calmaban cualquier ansiedad y mal humor. Yo vivía en un campo muy cerca de la ciudad; para ingresar había que recorrer medio kilómetro de patio (el que realmente me daba una flojera absoluta llenar de flores y arbustos) así que solo había árboles, y pasto a ras de suelo. La casa, una sumamente acogedora, limitaba con un riachuelo. Bueno todo era tranquilo hasta que conocí a mi pareja de ese entonces, Pablo. Un hombre sencillo, normal sin enfermedades preocupantes (como psicosis, celópata u obsesivo maniaco), y medianamente buenmozo. Nada para morir de dolor de muelas. Sin embargo, era electrizante y yo era un cable de alta potencia. A los meses comenzaron a suceder sucesos poco habituales (aun para ser un campo), ruidos excesivamente fuertes como choques de un camión contra una pared de fierro. Por lo menos no de era de noche, así que podía dormir. Pablo sabía de construcción y reviso todo sin encontrar la fuente del ruido. Pasaron un par de días sin mayor escándalo. Uno de esos días estábamos acostados (de lado) y yo algo adormecida aun, se despidió de mi (entre mis sueños supuse que se iba al trabajo). No sé cuánto habrá pasado, pero sentí que Pablo se acostaba de nuevo (nunca mire, seguía durmiendo a tientas). Solo sentía que entraba a la cama y me abrazaba. Inevitablemente sentí deseos de hacerlo. Él presionaba más su ingle contra mí. Quise girarme para verlo, pero no me dejo. Así que le tome las manos bajo las sabanas. ! No era él! Baje la vista para ver su brazo y no había nada. Grite y me sacudí fuerte. Se había ido. Ese día lo espere. Eran las seis de la tarde y no había señal de él. Me dio miedo quedarme en la casa (porque aun sentía algo en la habitación), salí hasta el portón. No había rastro de nadie, ni un auto, nada. Habré estado una hora entumiéndome en la entrada. De vez en cuando las luces se encendían de la casa (eso me daba más ánimo de quedarme ahí). ¡Quería matarlo! Donde se había metido este hombre. Dios y esas luces me estresaban (entre miedo y ansiedad), y la muy tonta había dejado el celular en la casa. Ya eran cerca de medianoche, me puse a caminar hasta la carretera. Mientras iba avanzando, me sobrevino una mala sensación (yo no era para nada supersticiosa ni creía en corazonadas), que algo le había sucedió Pablo. La angustia aumento y comencé a correr hasta que llegue al paradero. Recuerdo parar un auto pero no estaban en condiciones de socorrerme. Gracias a dios apareció una patrulla y les conté lo sucedido. Ellos me llevaron a la casa, les pedí que entraran conmigo. Por supuesto todo estaba normal, todo apagado. Tome el celular y seguí llamando pero nadie contestaba. Unos de mis acompañantes fueron al auto y pregunto por radio sobre mi pareja. Bingo! Ellos sabían dónde estaba. Hubo un choque en la tarde, estaba en la UCI, pero para la tarde había fallecido. Ya habían pasado un par de semanas desde lo sucedido, me sentía mejor. Había cambiado los muebles, en especial la cama y le di otro aire a la casa. La conmoción de esos días de a poco se dispersaba hasta tornase un sueño nebuloso y oscuro. Y nunca más volví a sentir “esa cosa” en mi cama, supongo que fue Pablo que se estaba despidiendo.
Base de un hecho real.
TVF.
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