Había días que intentaba no apagarme, que me hacía la fuerte pero la vida se me hacia insoportable.
Los lentes de marco redondo me hacían recordarlo a él pero una náusea se precipitaba empañando su recuerdo y sus palabras de amor, distorsionando la parsimonia que tomaba su rostro cuando me sonreía.
También pensé en mis dos hermanos, confieso que a pesar de haber nacido del mismo agujero impúdico, no me generaban ningún tipo de afecto. Hace unos años pensaba que mi amor hacía ellos era incondicional y perdurable,¡ y ellos!, ellos también actuaron como los adultos, se comportaron austeros y mentirosos con quién hubiera dado su vida por ellos. Lo peor de esta circunstancia, es que compartíamos el mismo dolor del alma pero comprendí que ya no podría fiarme de nada ni tampoco ningún vínculo me condicionaba en el mundo.
Pensé en papá y en mamá, dos psicópatas enfermos, promiscuos y repugnantes, que me distorsionaron la mente y propiciaron mi personalidad con una sensibilidad peligrosa e inestable.
Psicópatas que infectaron sus crías para proseguir sus vidas como si nada, pero mi cabeza enfermó por muchos años después del abandono. Me sentía descolocada en el devenir de los días que acontecieron a la pérdida. Estaba sola en el mundo, marginada, lacerada, con un sentimiento de asco que no comprendía, con instancias de dolor y de alegrías efímeras, como quién no tiene nada que perder porque lo ha perdido absolutamente todo.
Quiero dormir, y mi conciencia se aqueja en la memoria revivida, no quiero dormir pero necesito acallar mi sufrimiento existencial.
¿De qué me sirven las palabras si permanecen estáticas? , ¿Por qué seré tan repulsiva a veces?, ¿Tan desconfiada?, ¿Tan salvaje y desobediente?
Soy parte del clan de los marginados, y nunca encajaré porque nunca me identificaré con las actitudes mediocres en las que sucumben muchas personas que aparentan nobleza. ¡Qué bajeza!
No, nada que perder cuando lo has perdido absolutamente todo y mi condición de paria me ha vuelto màs peligrosa e indescifrable.
|