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Camino con cuidado entre trozos de madera rotos y podridos, trozos que un día debían formar parte de algo más hermoso o más útil. Pero que, ahora, permanecen tirados, recordándome la destrucción que hay a mi alrededor.
El mundo ha cambiado, antes los políticos se peleaban por el poder de unas tierras que eran ricas y prósperas, las personas trabajaban sentadas en sus oficinas con un ordenador delante y a fin de mes, tenían dinero para mantener su casa, su familia. Otros morían de hambre, otros trabajaban con la espalda doblada construyendo casas, coches… Niños tan pequeños como ratillas cosían con sus manitas ropa y calzado, mientras personas con un “rango superior” miraban como esos niños, mujeres y hombres trabajaban por una miseria.
La necesidad de poder, el dinero, la supervivencia y el egoísmo movían todo el mundo. Ahora sigue habiendo bastante de eso, pero menos. ¿La razón? La guerra final. Una guerra que ha matado a más gente de la que nunca se había podido nadie imaginar. Pocos sobrevivieron, mis antepasados lo hicieron, por eso estoy aquí. Buscando alimento, con una ballesta colgada en mi espalda y miles de kilómetros rodeándome de escombros y destrucción.
¿Hemos sobrevivido? No lo sé, yo prefiero decir que no hemos muerto. La humanidad está volviendo a resurgir, despacio. Hay ciudades desiertas, inhabitables y llenas de radiación por las bombas.
No es raro que los niños nazcan con mutaciones y no aguanten mucho tiempo vivos. El mundo era cruel y brutal, pero eso no ha cambiado. Solo ha cambiado la forma, el exterior.
Todavía hay políticos, pero no como los de antes. Hay gente que abusa de su poder; tienen las mejores armas, los seguidores más fuertes… Es lo que llamaban la ley de la selva. Sobrevive el más fuerte, o el más listo.
Camino entre edificios y me sobresalto al oír un ruido. No estoy solo. Me giro sujetando mi ballesta con fuerza y la veo.
Frente a mí, una muchacha me mira con ojillos asustados. En su mano temblorosa, sujeta una pistola.
— ¿Estás sola? — la pregunto mientras ella no deja de apuntarme.
Ella mira a ambos lados sin saber qué hacer y yo no sé qué decir o hacer para que no me dispare.
— Me llamo Bellamy— continúo—. No tengas miedo, no te voy a hacer nada. Solo busco algo para comer. ¿Tú tienes hambre?
La joven, dubitativa, baja el arma y asiente con la cabeza.
— Me llamo Elise— me contesta con una voz cristalina—. Mis padres han muerto, llevo sola más de un año.
Siento lástima por Elise. Cuando mi hermano Oliver murió por la fiebre, yo también tuve que adaptarme a la vida solitaria y peligrosa de nuestro mundo.
Ambos caminamos en silencio durante horas. Al rato, encontramos un frondoso bosque.
Seguimos caminando hasta que encontramos un riachuelo y un arbusto con algunos frutos.
Elise comía sin parar, parecía que llevaba días sin probar bocado.
— Quédate aquí — la ordené—. Voy a por leña. Pasaremos la noche aquí.
Elise asintió mientras se mojaba el rostro y el cuello en el río.
Comencé a caminar, no muy lejos de dónde estaba ella. Recogí varias ramas secas y saqué de la mochila una cuerda que usé para atarlas entre ellas. Así me sería más fácil llevarlas.
A los pocos minutos, oí un ruido aterrador. Un grito que hizo que se me helase la sangre en las venas.
Corrí con todas mis fuerzas hacia dónde estaba Elise. Pero ella ya no estaba, no en el sentido que debería. Un reguero de sangre y vísceras manchaba la tierra. Junto a ella, una enorme pantera disfrutaba con la carne de mi nueva amiga.
El enorme animal se giró y saltó hacia mí con ferocidad. No llegó a tocarme, aunque pude sentir como la muerte había llamado con furia a mi puerta, esta vez me había librado.
Lástima que Elise no. El animal yacía en una extraña posición frente a mí. La flecha de mi ballesta le había perforado limpiamente el corazón.
Recogí la pistola de Elise, la munición que sobresalía de su mochila ensangrentada y mis ramas. Todavía sentía el pulso acelerado y la vista algo nublada por el estrés. Maldita ley de la selva, ahora tendría que volver a buscar un lugar seguro.

Texto agregado el 16-06-2017, y leído por 90 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
18-06-2017 Señorita, es muy claro, deberá "volver a buscar un lugar seguro". ¿¿¿Seguro???. Un saludo.... FerdiCartago
18-06-2017 Señorita, ahora tiene un "monstruo" detrás suyo. No mire para atrás, la estoy siguiendo. Ud. me llamó a través de la distancia y el tiempo. He llegado. Su más seguro servidor.... FerdiCartago
16-06-2017 Tal parece que el color de la selva es azul. Felicito tu imaginación y tu buen decir. -ZEPOL
 
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