(Yo solo te seguí pequeño sol, seguí las estelas de tu poesía para crear estos versos, como todas las cosas que hemos creado)*


Amarte nunca fue un problema, mi amor
una estrella y una clave de sol
sobre el jeroglífico abierto de tus manos de labrador,
un abrazo que desprendió esperanzas de la pena vieja
y un beso para cada una de tus comisuras
que mordí en la fantasía nocturna.

Amarte fue descubrirte, mi amor,
abrir puertas fabulosas
donde habitabas abrazada a tus pensamientos
y se abrieron los ventanales de tu alma
al claro-oscuro de la ilusión,
hallándote en tu esencia y en un sueño redentor.

Amar
en tiempos de hambre interior y de corazones rotos,
¡fue una travesía amarte!,
suicida insignia de la insania,
arrebato primitivo de hallarme en tu fuente de vida,
en la libertad que desprendías
y en el acto de amor que pregonó tu rebeldía.

Yo sueño lo que tú dices,
yo digo lo que tú hablas,
me hablas en poesía
y sublimas mi alma desde sus cicatrices,
cuando navego en tu océano oscuro
necesito de tus ojos para ver el horizonte marino,
¿en qué mares transparentes de castillos de corales
reposaba tu corazón dormido?

Princesa y mendiga fui contigo,
dormí en una hoja de margarita,
y deshojaste mi dolor
en la perenne primavera de los que vencen la tiranía,
e hiciste de la magia que aconteció al amor
un himno de los sueños que soñaste
en mi lengua prístina.

Princesa de libro de poesías, el alma huele a flores
versos de lirios, estrofas de estrellas juveniles,
aurora de mi jardín de pétalos nacarados
brota majestuosa y mágica
en el huerto luminoso de la primavera lozana.

Se acaba la pena del alma,
¡tantos años!
de desesperanza y miserias prestadas,
han culminado
en la premonición de la palabra inmaculada.

¡Tanta rabia atragantada!,
niña mala y niño malo
han marcado su destino con barro de la infancia,
han hecho de este mundo infecto
un oasis de dicha,
relegada a la conciencia abierta.

Niños desamparados
trampeando al mundo con sus misterios
y apostando la vida en cualquier suburbio
por la retribución de frescos besos,
éstos que desgajaron de su tierno néctar
un te quiero
en la boca dialéctica del verso.