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Sentada bajo la lluvia, la garganta seca y los ojos asustados, el olor a sangre y musgo, a callejón y lágrimas, a oscuridad haciéndole desaparecer, intentando entrar por sus heridas, queriéndole consumir. El frío y el silencio, el sueño y el recuerdo de las voces, el peso de la chaqueta cubriéndole y el dolor de las heridas; otra vez sus ojos asustados y debajo una sonrisa. Vive, incluso cuando no debería hacerlo; y su cuerpo se lo recuerda, aun en su dolorosa forma.
El sonido de pasos y su vista se nubla al girarse, poniéndose de pie sin recordar haber caído, y corriendo, tal como lo esperan, y lo sabe. Continua corriendo sin importarle que su respiración cansada y jadeante le delatara, esperando ver gente en la ciudad ya destruida, temerosa, desconsiderada y ajena, en esa ciudad rota.
El solo sonido de sus pasos apresurados y las sombras de la gente oculta en la protección de los muros, no existe otro ruido además de su respiración y sus pasos; la lluvia se detuvo, pero sabe que le siguen y no debe detenerse…
Doblando a través de las esquinas, saltando pedazos de los muros caído, todo en el mundo en tonos grises y negro. El sonido de sus pies descalzos contra los charcos de agua lodosa, el frio, un frio que es muerte se extiende desde la herida en su costado que sangra copiosamente.
Más suelas duras contra suelo de cemento, más sonido de armas siendo cargadas, corre jadeante y el sonido de los pasos y de su respiración es opacado por otro más intenso, la corriente del río enloquecida por la tormenta. Continúa corriendo lejos del precipicio que termina en una muerte ahogada, continua corriendo y siente los disparos. Obligada a acercarse a la caída la están acorralando. Los ojos se le nublan y las piernas le flaquean; un pinchazo en el brazo y ante ella pared rocosa cortándole el camino, todo comienza a oscurecerse mientras ve a las criaturas armadas con sus rostros cubiertos, apuntándola. De sus ojos desaparece el miedo siendo sustituido por la locura decide rendirse en esta vida, riendo, riendo de sus perseguidores que jamás obtendrán sus restos, riéndose de la vida que solo fue dolor, a su izquierda el precipicio y el río, a su izquierda la muerte que es la libertad. Se deja caer.

Texto agregado el 14-06-2017, y leído por 83 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
14-06-2017 Cruda historia que nos pone en los zapatos de una persona que al final, desde mi punto de vista, no se rindió dejando que alguien más decidiera sobre su vida, ella tomo la decisión. Un abrazo ***** sirio
 
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