Desapareciste en el nocturno silvestre,
la fascinación del alma cesó
cuando se precipitó la mente
y tuve que aprender a vivir de nuevo,
cargando con ausencias y misterios austeros.
¡No te olvidé!,
cuando la primavera llegó
reconstruyó la celda de flores
que el invierno azotó,
reconstruyó las enredaderas de orquídeas
para impregnar tu esencia en la madre tierra.
Mi cuerpo de amante,
mi boca de loca,
mis ojos en la noche culpable,
vos y yo,
y un pajarito cantor
que cautivó la arboleda frondosa.
La fascinación persiste,
y adonde voy te llevo,
¡siempre conmigo!,
excelso, genuino y entero
ante las falsas esfinges
que recrearon lo bello del mundo adiestro.
Te rebelaste con tu estirpe de bohemio,
te presentaste ante esta nena
como un trampero a sueldo,
y como a un chico malo te fui queriendo, mi cielo.
Rumbeando desde los arrabales
llega la orgullosa tristeza de la tarde,
pequeñita y porteña,
lozana y camorrera,
buscando un aguacero de luz
para engrandecer la pena del poeta.
Sos el ARTE que quiero, nene,
entre arrebatos y compases,
entre cinceles de juventud y romance,
y nos buscamos en las noches desiertas,
porque hemos comenzado a cultivar el equilibrio
en el dulce júbilo que nos eleva.
Alquimista y peregrino,
ya se acaba la tinta en las venas,
entre sorbos de cerveza
y pequeñas dosis de anestesia
me despido con una promesa:
te seguiré hasta el fin del mundo
con la persistencia de una fiera,
marginal y solitaria
en la calma que precede la tormenta interna.
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