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Inicio / Cuenteros Locales / maparo55 / El poema 20. Un poema inolvidable

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Probablemente el poema 20, sea el poema más hermoso y el más popular, que Pablo Neruda escribió. Sé de su extensa obra poética, y aunque la afirmación anterior parezca exagerada, los versos de dicho poema los encuentras por todos lados y en mil formas: en antologías poéticas, tarjetas para ocasiones especiales, posters, videos, comerciales, concursos escolares de poesía y por supuesto, en la memoria – diría yo- de millones de enamorados. El lenguaje empleado por Neruda es tan sencillo (sencillez sólo aparente, pues cada palabra, se observa meditada y puesta con precisión en el lugar que el poeta quiso), que cada verso te va llevando de la mano y te va meciendo con su cadencia hipnótica, hasta adentrarte al corazón mismo y el sentir del joven maestro que ya era Neftalí Reyes Basoalto, a los veinte años, cuando se edita Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en 1924. Nacido en 1904 en Parral, Chile, desde temprana edad comienza a escribir y se ve en la necesidad de utilizar seudónimo: Pablo Neruda, por una de las razones de más peso que existen y que muchas veces nos lleva a ocultar, algunas actividades que nos gusta hacer: la oposición de su padre, a las actividades literarias que realizaba. Neruda es un escritor universal y como dice un refrán popular (en el buen sentido de las palabras), “lo conocen hasta los perros”. Al poema 20, también; pero el poema tiene sus recovecos cotidianos, como seguramente los tenía también el poeta.
Cuando estudiaba Mantenimiento Industrial en un Tecnológico - ubicado cerca del Instituto Mexicano del Petróleo, en la Ciudad de México -, al titular del área de Literatura se le ocurrió elegir mediante un concurso de poesía y declamación, a quien representaría a nuestro centro escolar, en los próximos juegos intercolegiales que estaban por efectuarse. Yo me inscribí de inmediato; y de igual forma, empecé a leer y buscar con fruición, el poema que declamaría. Con el paso de los años, ahora no recuerdo el nombre del autor ni del poema elegido; pero sé que hablaba de Caronte, el barquero del Hades, y de cómo éste, envuelto en ropajes oscuros, gruñendo y maldiciendo, surcaba con su barca las aguas del Aqueronte, para conducir a las almas de los muertos recientes hacia la otra orilla: la entrada del Infierno. El final del poema, describía a Caronte, recibiendo el óbolo en pago del viaje y tendiéndole la mano al alma en turno, para decirle: ¡Sube!
Fuimos como 5 ó 6 concursantes, y entre ellos, recuerdo a uno que recitó un poema sobre el mar y a otro, que eligió el poema 20. Tremendo error el de todos los demás concursantes: con la elección del poema de Neruda, aquel compañero llevaba ya en la bolsa, el 99% del triunfo. Tal vez exagero y era sólo el 98.9%; pero cuando nos alcanzan los fracasos, no somos magnánimos para describir al oponente ni a su triunfo. Porque aquel muchacho tenía la voz ronca, medio apagada y aguardentosa (no sé si fumaba o se echaba de vez en cuando sus tragos); pero cuando los versos del poema 20 eran pronunciados, la magia misma de los versos, hacían olvidar cualquier defecto que la declamación o la voz pudieran tener. Y en las pocas pruebas y sesiones que duró el concurso, cuando ensayaba el poema de Caronte, también declamaba para mí solo, el de Neruda. Y como no iba a hacerlo, si entre los chicos y chicas que iban a presenciar las pruebas, estaba Rosa Ana, con sus 17 años recién cumplidos, cabello lacio hasta los hombros, cero maquillaje sobre los labios y el agraciado rostro, y delgada, muy delgada, que daban ganas de acercarse, rodear su cintura y apretarle sus huesitos fuertemente.
La mañana de la prueba final, Rosa Ana no estuvo presente; y fue mejor así, porque poco después y a solas, pude derramar a gusto mis lágrimas y maldecir en voz alta al ganador y al poema 20. En los intercolegiales nuestra escuela no ganó, decisión que bendije infinidad de veces, porque si no mi berrinche hubiera sido mayor.
Para cuando Augusto Pinochet derrocó a Salvador Allende y se hizo con el poder, Neruda se hallaba muy enfermo de cáncer de próstata, y sólo algunos días después murió. También fue mejor así, pues desafortunadamente, aún alcanzó a saber de los horrores que el dictador hacía con el pueblo chileno y sus hombres más destacados. Pablo Neruda murió el 23 de septiembre de 1973. Cuarenta y cuatro años después, millones, lo seguimos admirando. Dondequiera que se encuentre, lleva mi más profunda admiración: por ser el hombre comprometido que fue, con sus actitudes e ideales y por habernos legado tan bellos poemas en las páginas de sus libros.
Recito de memoria:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: " La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Texto agregado el 09-06-2017, y leído por 336 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
09-06-2017 Excelente homenaje a don Pablo y muy entretenida la historia del concurso de tu colegio. Lástima no hayas elegido el poema 20, y con la delgadita presente. Así es la vida. 5* remos
09-06-2017 Es muy posible que una gran mayoría de quienes aquí escribimos más de alguna vez hemos leído los Veinte poemas de amor y volveremos a leerlos, puesto que Neruda siendo chileno es Poeta Universal que siempre estará en el libro impreso en la memoria de cada uno y todos aquellos que tratamos de hacer poesía. vicenterreramarquez
09-06-2017 Toda la razón Maparo. Gracias por evocarlo. Un abrazo, sheisan
09-06-2017 Solo estando muerto,no tocarian estos versos el alma. Me encanta.UN ABRAZO. gafer
09-06-2017 1. Me encantó tu ensayo, Mario querido, porque más allá de la importancia del archiconocido poema de Neruda, tratas un problema tan humano como frecuente en la adolescencia, tal es el caso de los celos, pero no por el amor de alguien, sino por la necesidad intrínseca del ser humano de ser tomado en cuenta, sobre todo, a esa edad. SOFIAMA
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