Nos miramos asustados.
Habíamos quebrado muros, cicatrices...

Y en medio del exabrupto,
De sus ojos detenidos en los míos,
De sus manos sosteniéndome las noches
caminé entre sus labios con torpeza,
Sin culpas.

Absorbiendo kilómetros me desnudaba su boca.
Desabrochaba mi blusa y con su hálito impertinente y nervioso me brotaba en los botones de mis pechos
erguidos,
entre ausencias,
transparentes,
indios,
agitados,
delirantes.

Su roce indómito me extinguía monstruos,
tempestades,
frases,
mentiras...
la soledad oblicua de Santiago y sus hojas amarillas llorando y cubriendo las calles.

Su roce me delataba, me sumergía.
Y sus dedos empezaron a escribir nuevas historias sobre recuerdos fosilizados en mi cintura.

Nos corrompimos...
Y fuimos lluvia y viento sobre el desierto besando el mar.

Pero el miedo me hincó la espalda...
Me detuve
Me contuve
Respiré su aliento un segundo más.
Lo alejé...

Y me alejé.