Uno.

Cuando entró aquella papela del juzgado reclamando ocho millones por fraude fiscal, reconozco que me impactó. Aquella literatura tenía algo que llegaba al alma.
Nunca el género epistolar había tocado tan alto. Reunía todos los ingredientes para producir emociones: intriga, incertidumbre; generando unas expectativas rayanas en la angustia.
Aquel existencialismo cartulario habría encumbrado a su autor a puestos de honor en la literatura. Un mazazo verbal que no se recordaba desde los tiempos bíblicos de Isaac y su sacrificio, unido a un sentimiento de repulsión.

Dos.
Al mismo sentimiento de repulsión que le produjera la imagen de la lectura de la metamorfosis de Kafka.

Para que luego digan que de nada sirve la literatura. Aquel hombre hubiera pendido de una soga con aquel texto forense, de no haber experimentado parecidas sensaciones a través de las lecturas previas a aquella reclamación millonaria.
la cultura y la supervivencia- dijo el letrado en su alegato- van de la mano( sin que, por otra parte, se lo pidiera nadie, ni tuviera que ver con aquella defensa).
Cuando lo oía nuestro amigo, no pudo evitar acordarse del personaje de El Proceso, también de Kafka. "K", me parece que se llamaba( se dijo a sí mismo).
De otra forma- también- o tampoco, hubiera soportado con la misma entereza el camino de reclamaciones, apelaciones y recursos que se le venía encima.