Se llamaba Laura. La conoció aquí, en esta página. Sus primeras "charlas" fueron mediante los libros de visitas. A ella le encantaban los cuentos de Luis, y siempre los comentaba. Él también opinaba sobre los escritos de Laura. A través de ese intercambio literario se empezaron a conocer.

Pasó casi un año. Un día la tristeza hizo que Luis dejara de escribir.
Ella notó que algo ocurría; le hizo preguntas. Él contestó con evasivas; no sabía cómo decirle que acababa de perder a su esposa.

Comenzaron a enviarse correos. Luis descubrió que Laura estaba enferma, y la admiró por su manera de aceptar la enfermedad.

Con el paso de los meses comprendió que necesitaba conocer personalmente a su nueva amiga. No podía contarle por escrito sobre sus penas. Le parecía inadecuado confesar que su esposa había muerto a causa de la misma enfermedad que ella padecía.

El primer encuentro fue en una confitería de un centro comercial.
Hablaron mucho ese día. Sentían que se hacían bien, que eran una especie de regalo el uno para el otro. Ella habló de su enfermedad y él de la muerte de su esposa. Se consolaron mutuamente.

Los mensajes a través de la página eran cada vez más frecuentes.
Programaron un nuevo encuentro. El marido de Laura se había ido de viaje. Ese domingo hacía mucho frío; Luis le prestó sus guantes porque ella tenía las manos heladas.

Nunca supieron cómo terminaron en casa de Laura. Tampoco comprendieron muy bien lo que ocurrió después. Tal vez ella se sentía demasiado vulnerable y él demasiado solo. A Laura no le quedaba mucho tiempo de vida. -Necesito aire -solía decir.

Se siguieron viendo; él no pensaba en culpas ni culpables.
Hubo momentos en los que los dos fantasearon con una nueva oportunidad; les gustaba sentirse protagonistas de una tregua, como la de Benedetti. Los días pasaban y cada vez se sentían más unidos. -Vivamos el ahora - decía Luis.

Al final les alcanzaba con mirarse a los ojos y estar un rato tomados de las manos. Luego ella volvía a su casa, y Luis se quedaba otra vez solo. La literatura los unía; a veces leían hasta el amanecer.

A Luis no le importaba compartirla con otro hombre; solo quería un tiempo, un tiempo para él.
Pero el tiempo, todos lo saben, es un avaro que nunca quiere darnos un minuto más de los que nos ha concedido el destino.

Una tarde, Laura faltó a una cita. Él se asustó. Al otro día ella llamó desde el hospital. Sus palabras lo conmovieron. Quiso ir a verla, pero su esposo estaba con ella.
Hablaron por teléfono dos días después. El marido se había enterado de todo.
Dejaron de verse; la salud de Laura empeoró.
Durante varias semanas, Luis no supo nada de ella.

Ayer, en el foro Anuncios de la página, apareció la triste noticia de la muerte de Laura.