La sombra de mi cama
Era una tarde de invierno, muy helada con una densa niebla en las calles. Estaba algo aburrida, quería salir pero el clima había quitado todo mi ánimo. La televisión no mostraba nada entretenido y un libro me daría sueño, y definitivamente quería otra cosa. Vivía sola en una casa antigua (nada grande), era de dos pisos, abajo una cocina con living comedor espaciosos, frente a la puerta estaba la escalera de roble que contenía una puerta hacia el subterráneo. Arriba solo estaba mi cuarto con una sala de estar y un gran baño. Era perfecta para mí. Sin embargo ese día apetecía compañía, y mis amigos no estaban en la ciudad. No sabía qué hacer, me estaba desesperando y el alcohol no ayudaba. Por ociosidad prendí el computador y puse un video xxx. Solo bastaron los primeros minutos para excitarme y ¡no tenía compañero! Mi corazón comenzó a latir con fuerza, ambos queríamos acción. Fui a la cocina y buscando con rapidez algo que me ayudara a terminar esto, al abrir el refrigerador halle un alpicoz (pensé –esto servirá por ahora). Subí casi corriendo las escaleras, cerré la puerta con pestillo y me tire a la cama a oscuras. Mientras estaba estirada, apretaba el helado objeto, necesitaba imaginar que mi placer venia en camino. Me dolían tanto los músculos de la entrepierna de tanto moverme. De a poco me fui sacando los pantalones, mi ropa interior quedando desnuda en la calurosa pieza, pasando lentamente el juguete por mi piel. Se sentía bien, era fresco y deseaba más. Abría mi boca imaginando algo dentro, suave y cálido. Pero algo rozo mi pierna y yo me arquee, el calor subía lento hasta mis muslos, rozando sutilmente mis zonas erógenas. Mis sentidos me dijeron que mis brazos estaban lejos de mis piernas, es decir, ¡que yo no me estaba tocando! Me senté en la cama tan rápido como pude, a tientas prendí la lámpara, asustada miraba a todos lados pero no ¡había nadie! No sentía nada, la puerta seguía con seguro y bajo mi cama tampoco había nada. De pronto veo la esquina de mi cama y estaba levemente hundida (me dio un escalofrió, como sentir la niebla que toca tu espalda) deje de respirar, en cualquier momento perdería el conocimiento. En unos segundos “lo que estaba ahí” se levantó (sentí el movimiento). Pensé en gritar pero no tenía vecinos cerca y arrancar no podía, porque mis piernas no las sentía. Y otra vez ¡me toco!, me había tocado la mano izquierda y me tapo la boca (quería, deseaba con todas mis fuerzas perder la consciencia y despertar en un hospital. El miedo no es posible describirlo), sentí algo en mi oreja y me dijo que me relajara, que no me moviera (¿cómo iba a salir de ahí ? Si estaba sujeta y tiesa. Creo que también no quería que gritara). De poco sentí libre mi boca, y el roce se fue expandiendo nuevamente hasta mi cuello. El calor había vuelto y regresaba mi respiración. Me dolía la cabeza pero no podía removerme. ¡Algo tocaba en ese segundo mi mejilla!, pasaba por mis labios y bajaba la caricia hasta mis senos. Era suave con cierto calor en esa mano invisible (según yo). Lo que sea que me estaba tocando, quería que me excitara nuevamente, así que me deje llevar (no tenía muchas posibilidades tampoco, podría matarme). Mis músculos se relajaron y el (no sabía cómo llamarlo) me tiro hacia la cama, quedando otra vez horizontal. Nada que decir, era muy bueno casi tanto como el pepino e iba creciendo la sensación. ¿Era sexo oral? (lengua si es que tenía, quizás dedos, no se) pero era exquisito, siempre por fuera, quemaba el roce, pero le pedía más. Me hizo llegar tan rápido. Me sentía húmeda, demasiado húmeda. Quede ahí mirando hacia la ventana, atenta a cualquier tacto. Me quede dormida. Desperté aturdida, ¿me subió mucho el vino?, me mire, estaba desnuda con el verdura en la mano (me reí para mis adentros), ¡qué carajo paso anoche! No estaba pensando claramente, sentía una resaca horrible. Me levante lentamente, me puse la bata y fui al baño. Al mirarme al espejo no note nada raro, solo cansancio. Definitivamente había dormido pésimo la noche pasada. Me di una ducha muy caliente, que calmo todo mi cuerpo. Baje a comer algo liviano, con un fuerte café. Puse la música que le dio vida a la mañana silenciosa. Durante esa hora había recibido una llamada de mi jefa, así que debía acudir al trabajo por unas horas. La oficina estaba vacía, que halagador que sólo me haya ¡llamado a mí! Al salir del trabajo, tuve un pensamiento fugaz ¿seguiría en mi cuarto?, si hiciera lo mismo (igual patrón) ¿volvería? O solo fue una dosis muy fatal entre vino, libido y un alpicoz.
Autor: TvF
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