De vez en cuando me tomo un tiempo,
puro, solo, sin hielo ni mezcla alguna
lo contemplo largamente, lo observo,
descubro sus partículas en el trasluz
que me alberga cada día. Lo aspiro,
lenta y pausadamente, inhalando
cada instante de todo lo vivido. Y gozo
de esas horas que me han crecido,
casi sin darme cuenta y con los años.
Macero el tiempo entre mis manos,
y lo revivo sorbo a sorbo. Imperturbable,
reencontrándome con lo que he sido.
Vuelvo a conocerme entre esos ayeres
que alguna vez fueron solo presentes,
los apreso por instantes y los veo partir,
entrecierro los ojos y paladeo el sabor,
ora dulce, ora amargo, de todo lo vivido.
Me reconforto en las tibiezas cosechadas
y cuando se colma el corazón con sus aromas,
como si fuera un incunable, lo palpito
en mis propios tiempos. Los que aun me restan. |