Me habitas por entero y desde adentro.
Te anidas en mis insomnios entre luces,
arraigas tu presencia en mis tormentos
desde un siempre nunca dicho. Me vives
en los entretelones de los recuerdos,
te haces fuerte y me invades inclemente.
Eres más que mi propio yo sin que lo sepas,
eres ese todo que se desgaja en ausencias,
en el temple de una cuerda de guitarra,
o en el silbo de una alondra que amanece.
Te brotas en la espera y en las horas, impura,
atrozmente virginal en cada instante,
para desgajarme en el afecto de una caricia
o en la espera de tu quimérico retorno,
transformada en anhelos, deseos y apetitos
que se irradian de tu piel hacia mi piel.