Abre los ojos lentamente y siente el calorcito del sol colarse por la ventana. El lado derecho de la cama está frío, seguramente ya hace mucho se levantó a caminar en la faja. Hoy es un día importante en la empresa pero a él no le interesa, no quiere ver a esa sarta de ineptos ni mucho menos oír la chillona voz de su secretaria. Entra al baño, se quita el pijama y calienta el agua de la ducha. Mientras, comienza a afeitarse pero no puede evitar examinar su ridícula desnudez frente al espejo. Conforme pasa la navaja por su recia mandíbula, es testigo del paso de los años. Sus grandes ojos celestes ya no son los mismos de antes, la sequedad en sus labios partidos cuentan hoy distintas historias. Ahora, aquellas grietas en sequía dicen mucho de su experiencia.
El espejo ya esta empañado, señal que el agua hierve. Se mete y jabona su cuerpo sintiendo sus desgastados músculos y su flácida panza. Cuidadosamente lava su cabello, procurando no perder más de los que ya han dibujado sus pronunciadas entradas.
Terminado el baño entra en el walking closet, se pone uno de sus tantos ternos Versace. Luego de hacer el nudo de la corbata Marcelo está listo. Se da un último vistazo en el espejo y no puede evitarlo. Recuerda aquellas épocas, cuando era un joven engreído de la aristocracia limeña. Enamorado de la vida y de esa chiquilla que tanto ha cambiado ahora. Se ha convertido en una mujer fría y calculadora. Descuidada tanto con su marido como con su único hijo, motivo por el cual las familias demandaron que las campanas de la iglesia debían de sonar. Él no podía negarse, quería a Susan y anhelaba el nacimiento de ese bebé. Además, un niño fuera del matrimonio, dentro de su círculo social hubiera hundido a la familia en las habladurías de aquel pobre bastardo y esa mujerzuela que no llegó virgen al matrimonio.
Marcelo sabe que hoy él es el único perjudicado puesto que su hijo ya tiene una maravillosa familia lejos de aquella ambiciosa madre y siempre ausente padre. Es hoy en día él quien debe lidiar con esa mujer narcisista e hipócrita, encerrada en su propio mundo.
Ya esta listo el café previo a la oficina, agarra su maletín para bajar y no olvida que más tarde tiene una cita. Debe salir de noche para no sucumbir a la mediocridad de la rutina y de aquella vida que lo agarrota. Cada noche escapa en busca del auxilio que ha descubierto en aquella mujer de vitrina.