Crecimos juntos en las calles de Nuria, cuando el sol aún dolía en el cuerpo de chiquillos
dando palmadas a las hormiguitas que pasaban cerca de la aguada en frente de la casa de los perros
Anteayer me acorde de ti, eras tan linda, simple como los volantines que hacíamos con tu hermano grande, tan linda y tan ciega.

El tiempo paso por nosotros con toda la carga de los “porno-gramas” adolecentes y esa búsqueda de ser rebeldes, medios comunistas, después de leer en Wikipedia definiciones pequeñas y tranquilitas. Si Dios nos viera seguro que nos manda a hacer un arca para meter de dos en dos nuestras animales costumbres de liceanos, yo no me olvido de la amistad, y eso que dicen que uno no se debe enamorar de los amigos, yo nunca lo cumplí, me enamore hasta de sus sombras, de todos ellos y de las huevadas que hacíamos a la sombra de esos espinos gigantes que crecen en el centro de los cerros.

Antes de anteayer me acordaba del niñito llorón que nos hacía reír con sus poemas y su eternal introspección, supe que pasados esos días se convirtió en general de un ejército prusiano y ahora carga con muertos por la patria como quien lleva un rosario al cuellos. Igual que esa niñita que se sentaba en la banca del medio, en la primera del medio y que olía a jabón de violetas, aún me acuerdo cuando se fue para el curso humanista y me dejo con un nudo en los pulmones, porque yo no tenía en aquellos años, ni el sol para los días ni la luna para la noche, así que de pena me quede en la noche deslunada esperando a la niña Sol, mi niña sol, que no supo de mi jamás, una historia corriente para nosotros, pero en fin, por esos tiempos aún tenía la inocente mirada nihilista del primer amor, lástima que aún me duela tanto.

Crecimos juntos en la calle de Rancagua ensangrentada, y volvimos al tiempo de las guerras buscando comprender porque murieron los grandes relatos