Padezco una extraña especie de daltonismo que me impide diferenciar a los católicos de los ateos. Escudriño obsesivamente cada uno de los gestos y actos de mis amigos en busca de alguna pista que me revele su condición, pero mi severa limitación me lo impide. Confundo con vergüenza a profundos creyentes con acérrimos materialistas. Envidio la facilidad para la clasificacion que obstenta la mayoría, que con una simple ojeada te diferencian un legionario de Cristo de un perito industrial. Cuando me preguntan si soy creyente respondo cada vez una cosa diferente. Antes pensaba que mi estrategia era una pequeña venganza, pero empiezo a sospechar que mi incapacidad es tan severa que ni siquiera sé, con total seguridad, si yo mismo soy católico.