La primera introyeccion de la independizacion de nuestra madre es decir que no.
No con la cabeza, no con la mirada y no con el pensamiento.
Eso no ocurrió conmigo.
Porque tuve que cumplir con mis mandatos familiares hasta los dieciocho años, en que decidí revelarme contra la autoridad materno paterna.
-Siempre fuiste tan dócil, me decía mi madre.
-Siempre hacías lo que yo quería.
Ah pensaba, yo claro, no me permitías disentir en nada, ni tomar decisiones ni rebelarme contra ustedes.

Pasaron los años y seguía creciendo hasta que cierto día decidí independizarme pero como lo haría no fue de repente el proceso sino que fue progresivamente instalándoseme en el cerebro y voy a seguir el fluir de mi pensamiento según Ulises de Joyce dejarme guiar intuitivamente sin punto sin comas para aferrarme a la idea inaudita que todo lo decidí yo pero no fue lo que sucedió sino que no fue ni de un día para el otro sino que me vi en otro país con mucha gente de mi edad y decidí quedarme a vivir allí lejos de mis mandatos filiales y atesorarme con las ideas del lugar donde estaba pues aquí estoy y en este momento haré una pausa para decirles que estoy en un bello lugar con montañas que me rodean hay un multicolor arcoíris que se eleva en el cielo hay peregrinos que vienen y van y hay un monologo interior que me sacude fuertemente y que se me asocia con un liberador estado de mi conciencia intuitiva creo que he estado en muchos lugares no se si al mismo tiempo pero he ido compenetrandome con mis compañeros de ruta circunstanciales en tiempo y espacio recorriendo así como de forma interna y externa.

Estoy viva y crecí interiormente y han pasado sesenta y dos años.
Me llamo Libertad.