| Un día paro el viento, pero paro paró, totalmente, metía miedo la quietud. El aire de a poco se puso espeso, irrespirable. Nada movía la mole transparente de la tarde.
 
 A las bandadas de loros les costaba mantenerse en vuelo en un aire tan fino, en su viaje diario a dormir en los cables de la villa y si querían planear para escapar hacia el horizonte, se venían abajo. Terminaban caminando entre los médanos. A los gritos.
 La luz del sol no pudo pasar por ese agobio que cubría la playa y se fue amontonando como un brillo quemante. Donde podía.
 
 Ahí se acercó el pingo, sudaba espuma el doradillo en las ancas y el lomo. Una baba blanca le colgaba de la boca. Enfrenado y sin montura arrastraba las riendas entre la paja brava.
 
 A lo lejos un perro parecía seguirlo, un galgo blanco. Digo parecía por su falta de rumbo y el hocico olisqueando, buscando aire.
 La bruma se empecinó en juntarse sobre el agua, en dormir, quieta. Después se subió a la arena y caminó lentamente como un fantasma.
 
 Entró al bar por la puerta abierta, no se escuchaba nada, ni las olas, ni un zumbido, nada. Solo el silencio. Y las mesas fueron desapareciendo entre esa nube que apenas se movía.
 Apagado por el vapor que todo lo cubría se distinguió un paisano, nadie lo vio entrar o ya estaría ahí. Vestía de negro, hasta el sombrero, con el ala doblada sobre la frente y echada para atrás.
 Chaleco con flores bordadas y barba blanca, como su melena.
 
 Contó que le escapaba a una partida de milicos por despenar visteando con su faca jabalicera a un chileno en una noche de vino y enramada por tierras bolsoneras.
 
 -Me vine siguiendo un rastro. Dijo también.
 
 Y puso los dedos gruesos en los tonos del guitarrón, con sus ojos como el agua mirando a la nada.
 Después cantó.
 
 
 
 Vamos mi perrito blanco
 el rastro no hay que perder
 ha de ser barraco grande
 y colmilludo tal vez
 
 En aquel cohiual tupido
 el chancho debe dormir
 y si se ha ido más lejos igual
 lo hemos de seguir, sígalo.
 
 Cuidado perrito blanco
 no lo vayas a topar
 mirá que si se levanta
 buscale siempre de atrás;
 Guarda con los ñire bajos
 no te vayas a enredar
 mirá que si te arrincona
 seguro te ha de cortar, sígalo.
 
 Vamos pico doradillo
 que el perro ya lo venteó
 y si no nos apuaramos
 puede matarlo el feroz;
 yo quiero llegar a tiempo
 por eso te apuro a vos
 mirá que el pobre perrito
 siempre nos cuida a los dos, búsquelo.
 
 Ahora si perrito blanco,
 ahí estaba el jabalí
 prendétele de los cuartos
 que después me toca a mí;
 No le aflojés perro blanco,
 que lo agarro del garrón
 y mi cuchillo filoso
 ya le busca el corazón, suéltelo.
 
 Ahora sí hermanito perro,
 que corajudo que sos
 lo atropellaste solito
 y apenas te lastimó.
 Lo dejaré despanzado,
 mañana lo he de llevar,
 vámonos perrito blanco
 que te tengo que curar.
 
 (Cazando jabalíes - Letra y música: Abelardo Epuyén)
 
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