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Inicio / Cuenteros Locales / CalideJacobacci / Don Abelardo (de paso por La Boca)

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Un día paro el viento, pero paro paró, totalmente, metía miedo la quietud. El aire de a poco se puso espeso, irrespirable.
Nada movía la mole transparente de la tarde.

A las bandadas de loros les costaba mantenerse en vuelo en un aire tan fino, en su viaje diario a dormir en los cables de la villa y si querían planear para escapar hacia el horizonte, se venían abajo. Terminaban caminando entre los médanos. A los gritos.
La luz del sol no pudo pasar por ese agobio que cubría la playa y se fue amontonando como un brillo quemante. Donde podía.

Ahí se acercó el pingo, sudaba espuma el doradillo en las ancas y el lomo. Una baba blanca le colgaba de la boca. Enfrenado y sin montura arrastraba las riendas entre la paja brava.

A lo lejos un perro parecía seguirlo, un galgo blanco. Digo parecía por su falta de rumbo y el hocico olisqueando, buscando aire.
La bruma se empecinó en juntarse sobre el agua, en dormir, quieta. Después se subió a la arena y caminó lentamente como un fantasma.

Entró al bar por la puerta abierta, no se escuchaba nada, ni las olas, ni un zumbido, nada. Solo el silencio. Y las mesas fueron desapareciendo entre esa nube que apenas se movía.
Apagado por el vapor que todo lo cubría se distinguió un paisano, nadie lo vio entrar o ya estaría ahí. Vestía de negro, hasta el sombrero, con el ala doblada sobre la frente y echada para atrás.
Chaleco con flores bordadas y barba blanca, como su melena.

Contó que le escapaba a una partida de milicos por despenar visteando con su faca jabalicera a un chileno en una noche de vino y enramada por tierras bolsoneras.

-Me vine siguiendo un rastro. Dijo también.

Y puso los dedos gruesos en los tonos del guitarrón, con sus ojos como el agua mirando a la nada.
Después cantó.



Vamos mi perrito blanco
el rastro no hay que perder
ha de ser barraco grande
y colmilludo tal vez

En aquel cohiual tupido
el chancho debe dormir
y si se ha ido más lejos igual
lo hemos de seguir, sígalo.

Cuidado perrito blanco
no lo vayas a topar
mirá que si se levanta
buscale siempre de atrás;
Guarda con los ñire bajos
no te vayas a enredar
mirá que si te arrincona
seguro te ha de cortar, sígalo.

Vamos pico doradillo
que el perro ya lo venteó
y si no nos apuaramos
puede matarlo el feroz;
yo quiero llegar a tiempo
por eso te apuro a vos
mirá que el pobre perrito
siempre nos cuida a los dos, búsquelo.

Ahora si perrito blanco,
ahí estaba el jabalí
prendétele de los cuartos
que después me toca a mí;
No le aflojés perro blanco,
que lo agarro del garrón
y mi cuchillo filoso
ya le busca el corazón, suéltelo.

Ahora sí hermanito perro,
que corajudo que sos
lo atropellaste solito
y apenas te lastimó.
Lo dejaré despanzado,
mañana lo he de llevar,
vámonos perrito blanco
que te tengo que curar.

(Cazando jabalíes - Letra y música: Abelardo Epuyén)

Texto agregado el 03-06-2017, y leído por 156 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-08-2017 Excelente paisano patagónico. Tu prosa es poética el canto final. negroviejo
10-07-2017 Que postal!!! Muy bueno, son escritos que me agradan leer. Lo de la poesía es otra cosa. Lo sentí mas real, tal vez porqué yo lo haya vivido. Gracias amigo por estas letras. El_quinto_Jinete
04-06-2017 Hermoso cuento Cali, con el cierre poetico del perrito blanco. Seguramente es un Dogo Argentino, especiales para la caza. Un gusto leerte. ***** chilicote
 
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