Iba manejando. Todos podemos identificarnos con esta acción, aunque sea de vista. Una actividad muy común, ¿no? Driblar el tráfico, cambiar de velocidad, acelerar y frenar, dar vuelta aquí y allá. Todo muy común; casi tan común como escupir fuego.
Así es, en un semáforo me encontré con un oscurecido y manchado y desgarrado niño dragón. Se acercó a mi ventana, claramente demandando compensación pecuniaria por el espectáculo proveído. Lo hizo con el sutil gesto de la extensión anticipada de la mano. En respuesta, no le di dinero; sino, acaso sin pensarlo (seguro que sin pensarlo), quitando el seguro de la otra puerta, le dije:
– Te voy a dar, pero subite.
Dudó, pues, pero por algún motivo mi mirada bonachona lo convenció a avanzar frente al auto, darle la vuelta, abrir la puerta y meterse. Cerró la puerta con fuerza de quién sabe dónde. El silencio incómodo no se hizo esperar. Miento, no había total silencio, “Singing in the Rain” de Gene Kelly sonaba en la estación de radio de viejas pero buenas.
El verde casi hizo ruido, o fueron las bocinas de los otros carros, avisándome que ya se podía avanzar. El niño dragón me veía enojado; era obvio que estaba perdiendo la paciencia.
– ¿Cuánto pisto hacés a la semana, hijo?
I'm singing in the rain, just singing in the rain, what a glorious feeling, and I'm happy again.
– Te doy el doble de eso si dejás de escupir fuego por una semana.
I’m laughing at clouds, so dark up above, cause sun’s in my heart, and I’m ready for love.
Se dice que en los instantes anteriores a una catástrofe se dispara la adrenalina, los sentidos se agudizan y el tiempo desacelera. En ese momento pude claramente ver cómo sus pupilas se encogían y se le arrugaba la sien y el contorno de los ojos. Estaba furioso. Agarrando aire extendió la mano reseca y me propinó la más fina bofetada que mis mejillas se han colorado ante a en toda su vida.
Let the stormy clouds chase everyone from the place, come on with the rain, I’ve a smile on my face.
– ¡¿Estás loco muchachito? ¿No ves que voy manejando? ¿Querés que nos matemos?!
I'll walk down the lane, with a happy refrain, 'cause I'm singing, Just singing in the rain.
Turnaba rápido los ojos, casi como en REM, de la carretera al dragón y del dragón a la carretera y otro instante a la carretera y otra vez al dragón y el dragón que se está poniendo más furioso y que se me quiere cruzar ese Honda y que el niño dragón está levantando la mano otra vez y que me cubro con la izquierda y freno un poco y que ya viene el golpe. La carretera. El dragón me está golpeando y la melodía continuaba en la radio. Casi chocamos con el Honda. Le sigo viendo los puños dándome en la cabeza y en los brazos y los autos me pitan la vieja y le grito “¡¿Qué estás drogado?! ¡¿Qué te pasa!?” La carretera. El dragón me golpea y “¡estate quieto por el amor de Dios!” Los autos y “¡Nos vamos a matar!”
Finalmente se cansó de golpearme, milagrosamente antes que chocáramos. Me vio fijamente, esta vez ya no más con furia; con lástima. Que le podía adivinar el pensamiento: “Es usted patético”. Sí, soy patético.
Nada más ahorita se terminó la canción. Publicidad de unas telas.
En el próximo alto apagó la radio y se bajó para comenzar a caminar en dirección a su viejo negocio en el semáforo. Lo vi por el retrovisor alejarse sin siquiera ver hacia atrás. Ese niño seguro se había drogado con pega de zapato. Eso es lo que se saca uno por querer ayudarlos.
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