Todo estaba preparado. Cualquier vestigio de civilización humana había desaparecido de la Tierra. No existía ya nada que hiciese pensar que en el planeta existían humanos. Hacía días que se habían destruido los últimos huertos que era lo último que habían mantenido. Todo lo demás había sido eliminado paulatinamente desde que se tomo la Decisión. Todo lo elaborado por el hombre había sido derruido, destrozado, eliminado, quemado, diluido, derretido, rasgado, compactado y enviado en las enormes Meganaves preparadas para la ocasión fuera del sistema solar, con rumbo al Sol para destruirse definitivamente contra éste. Adiós a las sonatas de Mozart, lentes, mecheros, ruedas, ley de la Relatividad, Poe o estación espacial, al lápiz, bombilla, billete de 100, vestido, penicilina, cumbia y helado de vainilla. La Tierra quedaba ahora para animales, plantas, elementos naturales y para aproximadamente 371.520 adolescentes de ambos sexos, todos los habitantes que nacieron en el planeta en el día Alfa, 25 de abril de 2082, que habían sido apartados a una isla y educados sin contacto alguno con la civilización criados por miles de simios desde su nacimiento. Habían sido no educados tal y como entendemos la educación, y habían aprendido todo de ellos mismos y de la naturaleza.
Una de las Meganaves que se dirigía hacia el Sol tenía un cargamento de desperdicios muy peculiar. 12000 millones de seres humanos.
La Tierra tenía ahora otra oportunidad.