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Técnicas de caza
(Música de Cristina y los subterraneos)

Decirte que Cristina bebe whiskey en las rocas podría parecerte algo normal. Ahora, si supieras que la chica sufre de litofagia entenderías la ironía. Dentro de su estómago hay una cantidad impensable de rocas. Si, de piedrillas que come desde pequeña y que le han causado problemas como inflamación estomacal, estreñimiento y perforación intestinal.
Los expertos no se ponen de acuerdo a la hora de diagnosticar la causa de este trastorno alimentario. Enfermedades mentales, pobreza, hambre, estrés, temor, abuso. Todas son explicaciones válidas y todas son aplicables a Cristina.
Sentada sobre un sofá rojo con una copa de whisky en una mano y un cigarro en la otra mira la televisión. En la pantalla del TV un noticiero presenta las alarmantes cifras de violaciones y asesinatos de mujeres en esta ciudad durante el ultimo mes. Ciudad Juarez es Walt Disney comparada con este infierno.
Piensa en el traje que lucirá esta noche. Un ajustado vestido negro de lentejuelas que le deje ver sus largas piernas, unos tacones altos y una peluca al estilo Natalie Portman en la película Closer. Mientras lo piensa observa una serie de objetos dispuestos sobre la mesa justo al lado de la pecera en la que nada un pez Beta color azul. Una navaja suiza, un anillo en forma de calavera y un encendedor de oro. Cada uno de ellos es el recuerdo de un momento especial, de una experiencia única.
Escucha el agua correr en el baño. Es Alina, su compañera sentimental, quien toma una ducha caliente antes de salir hacia su trabajo. Hace el turno nocturno en una empresa de fabricación de papel. Es maquinista y supera en peso y estatura a todos los hombres que trabajan con ella. ES todo lo contrario a Cristina, carece de clase y de tacto, su voz es ronca, no conoce de modales. La ducha se cierra. Alina sale del baño y le echa una mirada a su chica antes de continuar hacia la habitación. Entra desnuda y sale vestida con un overol de obrero y botas pesadas. Se acerca a Cristina y le da un beso en la boca. Le dice que tenga cuidado. Salir sola en esta ciudad puede resultar perjudicial para la salud.

- Diviértete, nos vemos más tarde - le dice guiñándole el ojo antes de salir del apartamento.

Cristina cambia el canal.
Hay un vídeo de Cristina y Los Subterráneos “Tú por mí, yo por ti”. La cantante madrileña tiene su mismo nombre y luce como ella. Ojos claros, nariz respingada.
Deja el whisky, apaga el cigarrillo y abre su clóset.
Mientras se cambia tararea el tema del grupo español “mucho cuidado con los cocodrilos, andan despacio y nunca los ves”
Se toca el estómago. Saca una piedra de la pecera en la que nada su Beta, se la mete a la boca, la saborea y se la traga.
No puede controlarse, especialmente en noches como está.
En pocos segundos se transforma en un un híbrido de Natalie Portman y Cristina Rosenvinge.
Toma su bolso y las llaves del auto. Le lanza un beso al espejo, sabe que es una bomba y que esta noche será el foco de todas las miradas. Cierra con llave y toma el elevador. Mientras baja al primer piso tararea la canción que se le ha anclado en la cabeza “Un dia oscuro me dio por andar donde los malos tiran y dan”.
Sale del ascensor. Se dirige hacia su auto con andar coqueto y entra en el vehículo. Antes de arrancar se mira en el espejo del auto y sonríe. Se siente con confianza, cree que puede tragarse la noche y pasarla con vino tinto. Observa una foto de Alina al lado de la guantera y su rostro adquiere una expresión de felicidad absoluta.
Enciende la radio. Las mismas noticias. Violaciones, asesinatos, desapariciones. Se molesta, busca una estación de música ligera y atraviesa la ciudad en busca de diversión.
Veinticinco minutos después llega a su parqueadero habitual. Hoy está más solo que de costumbre. Mañana es festivo y muchos aprovecharon para salir de paseo.
Una leve lluvia amenaza con hacerse más fuerte.
Solo hay unos cuantos vehículos. No hay mucho movimiento esta noche.
Se baja del auto. La soledad es total. Mira hacia todos lados. No hay nadie en ese lugar y algo le dice que debe apurar el paso.
A muchas las han abordado en lugares como este. Incluso los clichés de las películas de terror ocurren en la vida real. Camina rápido, tantas noticias sórdidas la han puesto paranoica. Siente una presencia, mira hacia atrás, hacia los lados.
Nada, todo está en su sitio.
Su club nocturno favorito, Babilonia, está a cuadra y media del parqueadero. Con cada paso aumenta el volumen de la música que proviene de la discoteca. Camina con rapidez. Poco a poco aparecen los seres de la noche; muchachos engominados que le lanzan piropos, chicas en minifalda, vendedores de droga, vendedores ambulantes, un auto policíaco.
El encuentro con estas sombras nocturnas la hace sentir segura.
Llega a la entrada de Babilonia. Hace una corta fila para entrar a la disco. Mientras avanza le envía un mensaje de texto a Alina acompañado del icono de una carita feliz. El guardia de seguridad la saluda y la invita a entrar. Las chicas no pagan entrada esta noche pero ella deja siempre una buena propina.
Adentro la costa está medio muerta. Hay muy poca gente para un lugar tan grande.
Una que otra pareja en la pista, un grupo de muchachos con ínfulas de estrellas de cine en una de las mesas, uno que otro solitario en la barra esperando levantar algo esta noche.
Decide sentarse en la barra. Le pide un whiskey doble al barman.
Puede ver en el extremo opuesto de la barra a una figura que desentona con el lugar, un hombre con un pullover negro bebiendo una cerveza. El capuchón sobre la cabeza y la vista clavada en la botella.
No puede verle el rostro pero juraría que la observa de su esquina. Lo que si logra ver es una cruz verde que pende de su cuello, tal vez en esmeralda, un crucifijo que brilla ante el reflejo de las luces estroboscópicas de la discoteca.
Es una figura inquietante, no le da buena espina.
Bebe su whiskey y llama de nuevo al barman. Le pregunta si conoce al hombre el pullover.
- ¿A quien?
- Al tio raro allá en el fondo
No termina la frase. Nota que el hombre ya no está ahí.
- Ahí no hay nadie - responde el Barman levantando los hombros.
Tal vez tanta noticia la ha puesto un poco paranoica.
Pide otro trago.
Este lo bebe de un sorbo.
Debe ir al baño. Si no lo hace se orina en la silla.
Camina bailando hacia el fondo del club. Pasa frente la puerta del baño de hombres y ve salir al hombre el pullover. Crisitina se paraliza. La oscura figura la roza al salir del baño. El reflejo del crucifijo esmeralda la encandila un poco. Sus pulsaciones se aceleran, la energía emanada por esa figura es demasiado pesada. Se recuesta contra la pared para tomar un poco de aire. Desde allí observa al hombre alejarse hasta perderse en la oscuridad.
Tras un par de minutos se repone. Ingresa al baño. Dos chicas aspiran cocaína frente al espejo. Entra a una de las cabinas y relaja su esfinter. Una pequeña roca cae al sanitario. Toma otra piedrilla de su bolso y se la traga. Lo hace también en los momentos de angustia.
Piensa que es el momento de irse. “Mucho cuidado con los cocodrilos andan despacio y nunca los ves” retumba en su cerebro.
Sale del baño. Las dos chicas siguen alli, tienen las pupilas dilatadas y gesticulan demasiado al conversar.
Se lava las manos y sale del club.
Afuera no hay nadie y la lluvia cae a cántaros.
Camina rápidamente. Mira de vez en cuando hacia atrás. No lo ve, pero sabe que el tipo el pullover está acechando.
“...andan despacio y nunca los ves ….”
Se acerca a su auto, puede escuchar los pasos tras de ella, puede sentir su respiración en la nuca.
Es consciente de que tal vez tenga algún trastorno mental pero eso no se lo está inventando, no es un juego de su mente, no es paranoia.
Sus problemas mentales son de otro tipo.
LITOFAGIA, comer piedras … es lo mismo que hacen los cocodrilos. Abres el estómago de estos reptiles y encuentras las rocas más pesadas que puedas imaginar.
No es un trastorno alimenticio
Es una técnica de caza.
Lo hacen para poder ganar peso, sumergirse y acechar acechar a sus presas desde el fondo del agua.
Luego vomitan las piedras para subir de nuevo a la superficie, tomar a sus víctimas por sorpresa y destrozarlas con sus colmillos.

Cristina esta cerca de su auto.
Antes de abrir la puerta ve a través de su espejo retrovisor la figura del hombre el pullover, quien trae un cuchillo entre sus manos y se acerca a toda velocidad.
Esa imagen no la paraliza, no la altera.
Por el contrario, la tranquiliza. Porque es una imagen que cambia segundo a segundo, una imagen en la que aparece detrás del hombre del pullover la figura de un ser enorme con traje de obrero y botas pesadas.
También con un bate de béisbol.
Los cocodrilos comen piedras y cazan en manada.

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Cristina observa una serie de objetos dispuestos sobre la mesa, justo al lado de la pecera en la que nada un pez Beta color azul. Hay una navaja suiza, un anillo en forma de calavera y un encendedor de oro.
También hay un crucifijo de esmeralda.
Cada uno de estos objetos es el recuerdo de un momento especial.
De una experiencia única.

Texto agregado el 28-05-2017, y leído por 68 visitantes. (1 voto)


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