La metió hasta el fondo pero esta vez no sintió nada. Se quedó extrañado. Esperaba ese placer sublime, ese gozo extasiante que le hacía extremecer y erizar sus pelos, perder la fuerza, casi el sentido, placer que había experimentado cientos y cientos de veces con anterioridad, gozo que desde adolescente se había instalado en lo más profundo de sus entrañas hasta poseerlo totalmente, una droga dura, que le empujaba día tras día a ir detrás de ellas y no pensar casi en nada más, pues todos los demás pensamientos quedaban en un segundo lugar. Sin embargo esta vez la hundió con ganas hasta el fondo pero se quedó totalmente frío. Quedó decepcionado, frustrado, sin horizonte...
Entonces decidió que esa sería la última chica que ahogase en su bañera.