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Mientras Tania gemía anhelante y movía rítmicamente las caderas bajo el peso de mi cuerpo, comprendí nuevamente que se me había acabado el amor que sentía por ella. Su cuerpo desnudo, tibio y sudoroso, despedía el mismo perfume suave y dulce que siempre me hacía perder la cabeza, pero que esta vez ni me embriagaba ni me seducía; por eso entendí que se me había terminado el amor. Estaba yo demasiado lúcido, analizando su ansiedad y sus reacciones. Ella estaba entregándose con pasión; yo, deseaba no estar ahí. Tenía que hablar con ella y explicarle mi repentino desamor.
La conocía desde tres meses atrás y lucía tan guapa entonces, que inmediatamente intenté con ella un acercamiento más íntimo. Dos noches después, hicimos el amor por primera vez. Platicamos mucho y le dije, vanidoso, que estaba enamorado de Olivia, mi novia, y que pronto nos íbamos a casar. Me escuchó atenta, se rió a carcajadas y empezó a besarme y a desnudarme con fruición. Desde entonces, casi todas las noches nos encontrábamos en la misma habitación de hotel, hasta que le propuse que mejor nos viéramos en mi casa. Y ahí, solía esperarla a oscuras, leyendo un viejo libro que hablaba sobre los sueños, recostado y adormilado sobre la cama. En cuanto Tania aparecía, desesperadamente nos enredábamos el uno con el otro y nos seguíamos contando cosas. En uno de esos encuentros me dijo que estaba enamorada de mí; yo, también le dije que lo estaba de ella y créanme, lo estaba. Me sentía hechizado, transportado a un mundo en donde la gravedad no existía y todo ocurría entre nubes. El idilio era perfecto y la imagen y el recuerdo de Olivia, mi antiguo amor, se desvanecía poco a poco. Mi voluntad ya no era mía; si Tania me pedía la más mínima cosa, yo la hacía. Estaba feliz, pleno a mis veintitantos años.

Esta situación terminó casi de un día para otro. Nadie puede predecir las acciones de una mujer enamorada. Olivia estaba enamorada de mí; seguramente mi comportamiento, mi indiferencia o algo que notó en mi actitud, le dio la clave de lo que pasaba.

-Te has enamorado de otra- me dijo, así nomás.

Me convertí en estatua y no pude contestar.

-Te enamoraste de otra- repitió-. Pero esto no se queda así, porque sé que hasta hace poco me amabas a mí. ¿Qué no hice bien? ¿dónde te perdí?

Después de una escena terrible de llanto y celos, la llevé a su casa poco antes de medianoche. Y como el sinvergüenza que era, me fui tranquilamente a la mía para esperar la llegada de Tania.
Al siguiente día llamé por teléfono a Olivia, para disculparme y decirle que no era cierto lo que ella creía; ni en su trabajo, ni en su casa, ni en su celular, pude encontrarla. Traté de hablar con ella a diario durante una semana, pero nunca me contestó. No quería saber nada de mí. Con Tania, todas las noches de esa semana, hicimos el amor furiosamente.

Otra noche más. Recostado sobre la cama y con el pijama puesto, esperaba a Tania. Tocaron en la puerta. Al abrir, Olivia se hallaba frente a mí. Llevaba un vestido negro sin mangas que hacía resaltar el esbelto cuerpo que poseía; maquillada discretamente y con un labial pálido, lucía bellísima. Como siempre no atiné a decir nada. Entró.

-He venido a comprobar que ya no me quieres- dijo.

Sin decir más, se fue desnudando poco a poco hasta quedar como Dios la trajo al mundo, se acercó muy despacio y pegando su cuerpo tibio al mío susurró:

-Hazme el amor. Y si es verdad que ya no quieres nada conmigo, me iré sin reprocharte nada.

Acerté a no decir nada y nos besamos despacito; con delicadeza la llevé hasta el lecho en la penumbra de mi habitación y créanme otra vez, con ella conocí el cielo. Se fue hasta la mañana siguiente y entonces me di cuenta de que Tania no había aparecido por ningún lado; me sentí aliviado de que así hubiera sido. Tres noches seguidas más llegó Olivia hasta mi casa, para adueñarse de lo que comprendí nunca había dejado de ser suyo.

-Mañana no puedo venir-dijo- , pero pasado mañana estaré contigo.

Me pareció una oportunidad inmejorable para buscar a Tania y hablar con ella. No deseaba lastimarla. Por alguna razón incomprensible, las cuatro noches anteriores no había venido y aunque eso me había evitado dar muchas explicaciones, estaba preocupado por su ausencia. Por la noche, me disponía a buscarla cuando ella llegó.

-Tania, tenemos que hablar.
-Luego-dijo.- Ahora, te deseo, en este momento.

Y volví a obedecer.

Estoy en el principio. Tania hace unos momentos que respira ya relajada y creo que es el momento oportuno de confesarle que ya no la amo, que es la última vez que nos vemos; pero ella al igual que Olivia, lo ha adivinado todo desde antes.

-Ya no me quieres- dice-. Has regresado con Olivia. Sabes, haces muy mal; no me conoces ni sabes de lo que soy capaz con tal de retenerte.

En su mano aparece un largo puñal que ha sacado debajo de la almohada.

-Es un regalo para ti- dice.
-No puedes hacerme esto- contesto.
-Intenta detenerme- ruge.

Tomando entre mis manos el viejo libro sobre los sueños que he estado leyendo, le digo:

-Espera, puedo hacer algo, tú eres solamente un producto de mis sueños, un delirio de mis lecturas: puedo despertarme.

Y así lo hago.

Libre de pesadillas amorosas, de sueños inútiles, sé que estoy despierto. Marco rápidamente el número del celular de Olivia.

-¿Sí?...

Aliviado al escuchar su voz y comprobar la realidad de Olivia, esta vez sí atino a decir:

-Te amo.

Texto agregado el 23-05-2017, y leído por 238 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
25-05-2017 de Mujeres de amores... martilu
25-05-2017 De excelencia amigo querido! Muy, muy bueno. ***** MujerDiosa
24-05-2017 Una trama muy inteligentemente llevada. De novela o peli *****. grilo
23-05-2017 Muy bueno, te felicito, saludos. ome
23-05-2017 Lograste confundirme con los personajes. Creí, por momentos, que te habías enredado con los nombres de las mujeres, hasta que llegué al final entendí de qué se trataba todo. !Muy bien logrado! Ese juego de personajes y narrador fue un Jaque Mate bien pensado al lector. Te felicito. Has logrado una obra de arte muy fino. Me fascinó. Un abrazo, Mario tan querido. SOFIAMA
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