Abandono el edificio en pos de mantenerme ocupado mientras Judith Cecilia termina su jornada laboral; demorará en salir un poco más de lo usual a causa de algunos inesperados pacientes que tardíamente llegan a la consulta médica.
Cruzo la doble calzada buscando resguardo de los últimos rayos solares del día jueves; camino en dirección norte hacia algunas frescas sombras que veo a lo lejos; ellas se precipitan desde una nutrida y cercana arboleda.
Llevo sobre mi cabeza un gorro de ala corta que mantengo prisionero con ambas manos, deseo evitar que dicha prenda huya despavorida hacia los cielos producto de la rebelde y fuerte brisa que juega desordenadamente entre los estrechos pasajes de las céntricas callejuelas.
Voy a mitad de cuadra cuando algo llama poderosamente mi atención, fijando la mirada hacia la acera de al frente reconozco de inmediato tu figura y caminar.
Vienes de la mano con una nueva pareja, ambos conversan animadamente y ríen cómplices; él te abraza cariñosamente protegiéndote de las gélidas corrientes de vientos que retornan ahora con más tenacidad; frente a la brusca baja de temperatura cruzas ambos brazos por su cintura; caminan unidos como si fuesen un solo ser.
Inesperadamente giras tu rostro y logras reconocerme al ver que camino en sentido contrario; afortunadamente lo hago por una ruta contrapuesta, más de igual manera nuestras miradas se cruzan. A pesar de las gafas color negro que llevo puesta sé que puedes sentir como te observo.
Trato de controlar las ganas que tengo de salir huyendo.
Al llegar a la esquina ya no los veo; mi corazón se agita y la respiración se entre corta_ ¿Por que no deja de dolerme?_ pienso cuando las primeras lágrimas ruedan libremente por mis pómulos.
Al girar sobre mis pasos puedo ver que a pesar de la distancia aun observas mi figura, tu mirada lentamente se desvanece en la penumbra que cae junto a un cielo estrellado.