Al duende que escribe en las servilletas:

Soy el último invitado en esta fiesta.
Soldados de cristal en el blanco mantel de mi mesa.
Todos giran alrededor de alguna cosa,
pero yo no bailo, tan solo observo.
He aquí que a las tres de la madrugada,
un microbio desvelado, juzga y se pregunta,
porqué de vida, porqué de tiempo.
Y si acaso no la encuentro…
¿Se pudrirá en mi interior la respuesta?

En tierras de frustración y hastío,
un duende corre con una rosa,
vá en sus manos salvadoras,
como en noche oscura, una vela.
Corre, corre, embrujo entre la hiedra…
¿Cuál es el camino del que no te encuentra?
¿Qué crueles círculos describe?
¿A qué polvo me reduce esta sentencia?

Pero veamos, amiguito,
Juntos embotellaremos la tristeza,
una vez en el mar, la arrojaremos,
a otro puerto irá contra las piedras.
Luego te haré el jardín más espléndido,
humildemente abriré la tierra;
mírame, y cambio toda esta farsa,
por un instante de calor y sentido,
que no hacer nada, al margen de la vida y del tiempo,
es tanto peor,
tanto peor el sacrificio.

-¿Sabes?
Mi más profunda identidad,
cabe en una lágrima.
…y ese es todo mi secreto.

-Déjate ver hombrecito,
no soy de los que levantan rejas…
¿Acaso no ves que el suicida,
bebe siempre de tu celo, y desangra en tu moraleja?