Cuento en verso
BUSCANDO LA ESTACIÓN
Un día de vendaval, en el sur, en el centro del invierno,
se encontraron en un cruce, que el destino puso allí.
Era temprano, una mañana, quizás por casualidad,
fue en la calle Ventolera casi esquina Brisa Sur.
Ella desafiando al viento iba camino del centro.
Apurado a favor de aquél, él buscaba la estación;
le pidió que le indicara la dirección para llegar.
—Si tú quieres sígueme, hasta allí te puedo acompañar,
es temprano todavía, el trabajo puede esperar.
—Gracias te lo agradezco, pues no conozco este pueblo.
—Dime viajero errante ¿A qué ciudad quieres viajar?
—A cualquier punto distante que esté muy lejos de aquí.
—¿Por qué te vas tan triste? ¿Es que no te gusto el lugar?
—El lugar sí me gustó, lo que buscaba no encontré.
—¿Y por qué te vas tan pronto? Tan solo ayer te vi llegar.
—Entonces, ¿Tú me conoces? ¿Dónde me viste llegar?
—En una esquina de la plaza, te bajaste de un camión.
—Tienes razón, de un camión en la plaza me bajé,
en la carretera, muy lejos, pregunté por este pueblo
el chofer muy amable me dijo: sube, yo paso por allí.
—Te vuelvo a preguntar ¿Por qué te vas tan pronto?
—Ya recorrí todo el pueblo y no hay espacio para mí,
no encuentro lo que buscaba ni tampoco mi lugar,
y ¿Sabes? era mi meta, el poder llegar hasta aquí.
—¿Por qué? te pregunto viajero, ¿querías llegar hasta aquí?
y si querías llegar ¿Por qué tan pronto te vas?
—Buscaba un lugar que dejé y quizás una quimera.
—¿Qué quieres decir viajero, con quizás una quimera?
—Ella… ella no me conoce, pero creí que me estaría esperando,
porque, con finísimos hilos, letras y bellas palabras
tejió un puente muy largo para llegar hasta aquí;
seguro el puente lo borró el viento y aquí nunca tuve un lugar.
—¿Cómo es la mujer que tu buscas? Quizás la conozco yo.
—La mujer que yo busco es buena , alegre y hermosa,
tiene una voz que acaricia y verde agua el mirar…
y quiero agregar algo más que no me atrevo a decir.
—Dilo viajero triste, dilo pronto, su nombre quiero saber.
—Esa mujer que yo busco escribe sueños de amor,
de su cuello cuelga una imagen con un signo zodiacal
y su piel huele a nostalgias con un embrujo oriental…
—Si no me dices el nombre que tiene esa mujer,
aquí te dejo y busca tú la estación, yo me voy a trabajar.
—Espera, ahora te lo voy a decir, esa mujer… esa mujer…
¡Aaay! no me atrevo a decirlo… no me quiero equivocar.
Ella de su blusa, sin importar el frío, soltó un botón,
en su blanco cuello pudo ver él, un signo zodiacal
y en el viento sintió un aroma de mandarinas e ylang-ylang.
—¡Ahora sí! ¡Ahora sé quién es ella! No me puedo equivocar.
—¡Dilo! ¡Dilo viajero tonto! Dime quien es la mujer que buscas.
—¡Sí ahora puedo gritarlo! ¡Gritarlo a los cuatro vientos!
¡Sí, sí, sí, esa mujer… esa mujer… esa mujer eres tú!
Ella lo miró a los ojos y sus labios temblando susurraron:
—¡No te vayas viajero hermoso, si también te esperaba yo!
Además debes saber, que a propósito y queriendo, te mentí,
hoy es feriado, no hay que trabajar, a ti te vine a buscar.
También te voy a contar que la estación es muy vieja,
no tiene campana ni anden, y hace ya muchos años,
tantos como mi edad, que desde allí no parte un tren.
Se miraron largo rato… los labios no se abrieron…
con los ojos dijeron todo… se tomaron de la mano…
y enfrentando miradas solapadas se fueron caminando,
agradeciendo al destino que en una esquina del viento
una de mil quimeras la tornara en realidad.
Atrás quedó la tristeza, esperando tren en la estación.
Incluido en libro: La novia del viento
©Derechos Reservados.
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