Te hubiera amado,
aún en la precaria esperanza,
en el humilde aposento,
en el invierno siniestro.
Hubiera reinventado tu ser
en la bella deformación de mi sonrisa,
hubiera tomado tu cuello para perderme en él,
para hacer una acuarela de versos
que deshicieron un pergamino sobre tu piel.
¡Me prometiste, me juraste!,
escaparnos de este mundo
de miserables y de sueños rotos
pero nos limitaron las demandas del estruendo externo,
te robaste el aliento de mis labios
y me despojaste de todo lo vivido
antes de tu encuentro.
Jugué con tu oreja en mi lengua,
con tu nariz como un pequeño pajarillo,
jugamos entre la caricia y el silencio,
entre la misericordia y la pronunciación del destino
como un constructo divino.
Morocho desvelo,
se achinan tus ojos en el re-encuentro,
dame un beso
y ven a vivir conmigo el próximo domingo,
dame tristezas en el sexo revuelto.
Dame estímulos internos
para colapsar en tu centro,
cielo de mi orbe,
boca de derroches,
te sigo, nene,
y en el fin del mundo colgaremos
la falsa prosa de nuestros nombres,
porque lo que al fin importa es el AMOR
en la inquisidora desnudez de nuestra noche.
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