Muy profundo dormí...
hasta que el fondo del mar
reclamó ser mi dueño,
y volaban palomas,
lentas en el agua,
mientras mis ojos abria
hacia una claridad azul.

Sirenas que cantaban a capella,
me sirvieron de guia para atravesar la puerta
y así conocer el reino,
donde las zebras volaban
donde las mariposas hablaban,
acerca de una nube de miel
de donde se alimentaban.

El sol su luz sumergía,
una adorable energia
fue entonces cuando empezaron a llover luciernagas
así se ilumino mis rostro
y pude ver el sendero por donde flotaba.

Las palabras retrocedian de mi garganta
ante un arcoiris en flamas
y en una piscina de estrellas
se encontraban varias personas,
eran Cristo, Buda y Mahoma
que en silencio rezaban.

Al final del camino,
una pared dorada,
del tamaño del universo
con una textura de escamas.

Fue tan intenso el acercarme a ella
y sentir una paz inexplicable,
estaba cómodo allí
y termine abrazandola eterno.