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Llovía, llovía intensamente...Detuvo el carro. Soltó la mano del volante y la depositó en la frágil nuca de la mujer. En silencio toleraba el martilleo en su cabeza. Era un cuello frágil y llovía, llovía, llovía.... La mano subía y bajaba. Eran caricias analgésicas obsequiadas con las yemas de los dedos. Sólo se detenían entre los dorsales y el Nilo de la espalda. Ella Aflojó la tensión y lo invitó a seguir. Dos manos iban y venían que mojaban, que humedecían. Afuera del carro los cántaros de agua se rompían en el parabrisas. |
Texto agregado el 11-05-2017, y leído por 307 visitantes. (6 votos)
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