EL ESPEJO

Gran parte de su vida la había dedicado a viajar. Un aventurero empedernido, Patricio, tuvo el placer de recorrer los lugares más inimaginables del mundo, muchos de ellos ni siquiera nombrados en los mapas. Su rutina era trabajar arduamente durante seis meses y, en los siguientes, marchar hacia algunos de los puntos de la tierra de los que se enteraba por viejos libros, mapas o conversaciones de bar. Cargaba su mochila, cámaras de video y fotografía y se lanzaba a la nueva aventura. Su otra pasión, cuando llegaba a ciertas ciudades, era recorrer viejas librerías y tiendas de antigüedades en busca de cosas raras e interesantes. En cierta ocasión, visitando un lugar del medio oriente, llamó su atención un trozo de piedra, como una laja, color metálico, con una de sus caras muy brillante y pulida como si fuera un espejo. De forma irregular, poco más grande que una mano, en su cara posterior se podía ver un tipo de escritura que él no pudo descifrar. La curiosidad lo invadió y se dirigió hasta el dueño de la tienda, un anciano de gruesos lentes y cara amable.

¡Buenas tardes! ¿Podría decirme de qué se trata esto?

¡Ah! El espejo… pues, hace muchos años que lo tengo y cuando les explico a los posibles compradores lo poco que sé al respecto ya dejan de interesarse. No sé si se asustan o, realmente, no lo quieren.

Ahora sí que estoy realmente interesado. Cuénteme todo lo sepa al respecto.

Bueno. El hombre que me lo vendió me dijo que era un espejo mágico y que podría acarrear desgracia a quien lo poseyera y le diera mal uso. Como no creo en esas cosas se lo compré muy barato. Creo que es una bella pieza.

¿Y qué hay de la escritura al reverso?

¡Ah! Eso… pues nadie ha podido descifrar ese texto. Lo único que me dijo el hombre es que tenía que ver con el destino, con la vida y la muerte.

¡Bien! Yo lo compraré.

Pasaron algunos años y el espejo dormía dentro de un cajón. Íntimamente, aunque no quería reconocerlo, Patricio temía saber más sobre la hermosa piedra. Un día cualquiera se decidió a investigar. Copió el texto en un papel y recurrió a distintas bibliotecas intentando reconocer el tipo de escritura. Buscó en un sinfín de páginas de internet sin resultados. A punto de abandonar la investigación tuvo la suerte de contactar a un profesor de la universidad local que era un experto en descifrar códices y manuscritos extraños. Le llevó la extraña piedra al maestro quien se mostró vivamente interesado al verla. Tras examinarla durante unos minutos le dijo que podía reconocer algunos rasgos de la escritura. Le pidió algún tiempo para estudiarla en profundidad.

Pasaron un par de semanas y Patricio recibió el llamado tan esperado. Sin perder ni un segundo de tiempo se dirigió al domicilio del profesor. Éste lo hizo pasar hacia su oficina. Sobre un escritorio estaba la piedra rodeada de libros y notas.

Debo suponer que me tiene buenas noticias ¿Cierto?

Pues… en verdad dependerá de cómo usted lo considere. Personalmente me inquieta lo que he logrado descifrar. En la antigüedad solía usarse un espejo para detectar el aliento de los moribundos. El texto está relacionado con ello, al parecer.

Estoy muy intrigado. Dígame usted de una vez qué es lo que dice.

Bien. De acuerdo a mi investigación el texto dice: “Si tu rostro no reflejas, al siguiente día tú desapareces”.

Humm… suena algo macabro, ¿no?

Cierto. Por eso le dije que dependería de cómo usted lo tome. Supongo que es una forma de averiguar el destino, de enterarse cuando sobrevendrá la muerte. Como usted dice, algo macabro y tenebroso. Incluso hay algo de morbosidad.

Bien, profesor. Le agradezco su ayuda. Tal vez deba deshacerme de ella. Veremos.

Patricio volvió a casa con un dilema: creer o no creer. Mientras, guardó el espejo en una caja y ésta en una gaveta en un intento de alejar algún tipo de influencia de la misteriosa piedra.

Durante varios meses trató llenar su vida trabajando arduamente. Se rodeaba de amigos para divertirse, visitaba distintos lugares dando rienda a su hobby de la fotografía, etc. Vano intento. Ni un solo día dejó de pensar en la piedra espejo y llegó a creer que, tal vez, estaba enloqueciendo.

Convencido de que debe racionalizar la situación decide inspeccionar, de una vez por todas, la piedra espejo y optar por deshacerse de ella o guardarla sin preocupaciones. Esa noche, con el corazón acelerado, toma la caja en sus manos y la abre. Su sangre se congela: no hay reflejo. ¿Su destino estaba sellado? ¿Moriría al día siguiente? Recorrió su vida durante varios minutos e intentó dormir. Fuere lo que fuere no estaba en sus manos evitarlo.

La noche transcurrió entre sobresaltos. Y llegó el amanecer. Patricio se levantó somnoliento y convencido de que todo había sido un mal sueño. Caminó hasta el baño y al pasar frente a un gran espejo descubre la verdad. Se ha vuelto invisible.