Lo sé... ¿como no saber que está mal?
Regodearse en el lodo del pasado, reviviendo una y otra vez al enemigo, ese que te quita la paz y se la lleva, la esconde, la deglute y la escupe frente a ti... porque puede, porque desde hace muchas lunas le diste el poder, y tu alma no reconoce otro idioma.

Hay momentos en que la mente capitanea este barco, y entonces es cuando mis actos son algo mas que impulsos oxidados en viejos amores. Y es por eso que un océano era poco para poner entre tu y yo.

Y hui.. si, hui al exilio de ti, porque entre las sinapsis de mis neuronas mi yo más erudito me reclamaba olvidar... olvidarte.
Y decidí vivir, probar otros labios, entregar mi piel en un experimento absurdo, con el firme propósito de culminar mi labor, y execrarte de mi vida. Entonces entre tanta rana, encontré un príncipe, quizás no azul, pero que cubría con creces la gamma de colores necesarias en mi vida, y decidí que era el momento... que dejarías de ser parte del fin de mi historia y le daría ese papel a otro protagonista. Verdaderamente elegí muy bien.

Sólo hay un problema... Tu!
Porque solo con oír tu voz mi mente vuela, y a miles de kilómetro de distancia eres capaz de erizar mi piel, de darme un beso apasionado que me deja sin aliento sin siquiera tocarme, de humedecer mis ansias y hacerme rogar más... soy presa fácil en tus manos. Sabes acariciar las teclas de mi memoria a la altura de Mozart, y tocas la sinfonía que te provoca conmigo.
Me doy cuenta que soy despreciable cuando me encuentro en una cama acompañada de la persona que elegí, imaginando que quizás hay un futuro posible contigo.
Te respiro... cierro los ojos y puedo olerte, saborearte, y hasta reconocer cada poro de esa piel que me grabé a fuego. Y tu, con una imagen que describes con pericia, me haces desear entregarte mi cuerpo como en aquellos días en los que las horas no detenían la pasión, cuando recorriste cada milímetro de mi piel con tus labios y tu manos se adentraron en mi hasta llevarme al cielo.
Se lo que debo hacer... se que eres espejismo en el horizonte, y que la realidad es otra muy diferente... pero ¿es un pecado la fantasía? .
Si lo es, soy pecadora e infiel, pero vale la pena el sentimiento de culpa por esos momentos donde tu y yo, cada uno con su historia, decidimos que el tiempo no ha pasado y nos amamos en silencio y con el alma sin siquiera tener la posibilidad de rozarnos.
Me declaro culpable de ti...