Distingo la figura de Alejandro a la distancia; con seguridad sacudo y desnudo todos mis miedos al verle sonreír; observo con inesperada alegría que al reconocerme está tan nervioso como yo.
_ ¡A pasado tanto tiempo! Judith Cecilia tranquila y no tiembles_ Repito para mi misma como si fuese una especie de mantra; trato de controlar toda aquella impaciencia al percibir esa felicidad que se genera al tenerlo por fin a mi lado; este añorado sentimiento vuelve manifestándose también tras su profunda mirada.
Cada palabra de amor que hemos compartido durante los últimos meses (sin vernos) creó cómplices vínculos ligados a gratas memorias; un hermoso sentimiento que habíamos (quizas) olvidado retorna desde las sigilosas sombras del pasado; remebranzas colmadas de (secretos) dulces abrazos y apasionados besos.
Cerrando los ojos lo abrazo con todas mis fuerzas; no deseo despertar de este sueño que tanto anhelaba.
_ Necesitaba de esto querido Alejandro_ Dejo escapar mis palabras ya sin control.
Tiernamente y con ambas manos él toma mi cara para besarme en los labios, descubro (plácida) que no he olvidado el sabor de sus besos y el calor de su cuerpo.
_ Gracias por venir desde tan lejos_ Susurro delicadamente en su oído.
_ Judith Cecilia viajé por y para ti; traer tu regalo de cumpleaños es solo una excusa_ Responde cubriendo de dicha mi espíritu.
Envuelto en un multicolor papel de obsequio se encuentra aquel prometido trozo de madera; un recuerdo de nuestro amado Rengo, ciudad cuyo recuerdo colma de lágrimas mi rostro.
Descubro nuevamente la pasión que albergábamos bajo las sombras de aquellos viejos macizos; buscábamos protegernos de las frías despedidas con suaves palabras de amor; un incondicional cariño que está de regreso.