Después de mucho tiempo, Margalida postrada ante la puerta de salida de la cárcel que la mantuvo alejada por más de 10 años, largos y putrefactos años, su cuerpo no era igual, las prótesis de los senos estaban tan desencajados que no había indicio de que fuera la portadora de gran parte de la lujuria por la cual Luciano había dejado su vida sosegada, metido en un closet de miles de paredes en la cual autosatisfacía con los más grandes deseos, auto flagelando su cuerpo por sentir tantas cosas que para todo eran sucias. Margalida vio sus manos, sus pies, volvió a sentir la brisa de un día de otoño de septiembre, su cara pálida, pero aun juvenil sus manos fueron débilmente rasgadas por una densa barba de días.
Al pasar sus manos por la cara, vino a su mente los días de dolor por el rechazo de muchos amigos, noches de pasión fugaz en el callejón diagonal a la discoteca que iluminada por las luces color neón que brotaban del techo sólo podía ver el reflejo del hombre espigado, con una fuerza intimidante, solo pudo sentir su pequeña barriga entre las piernas, cuando Luciano solo podía jadear, sentía cómo si la noche fuese corta por más lejano estuviese el amanecer. Marco solo pudo sentir cómo el éxtasis llego a su final viendo como la cara de Luciano solo podía emitir felicidad pasajera, felicidad de una eyaculación más, Marco solo pudo sentir que no debía volver al callejón y no buscar más a Luciano.
Dia tras día, Margalida iba retomando su día a día, los senos no estaban, la voz grave apareció de la nada y la barba incipiente se acrecentaba en la cara puntiaguda con los ojos prominentemente apagados, haciendo un contraste de un gran hombre sensual y atractivo con un niño que quería solo vivir y vivir bien, los ojos que sin ninguna razón aparente habían empezado a crecer y tornarse en un color rojo pálido que iba oscureciéndose cuando de repente una voz cálida y tersa esbozo ¡Buenos días!, puede atenderme, necesito estar perfecta para el día de hoy. Linda, salió de la voz de Margalida, Ella dio un giro, esa voz, eres tú Gabriel; con el nombre Marco dio la vuelta su mirada se estrelló con la mirada de Gabriel.
Fueron minutos, horas, días, meses en los cuales Linda y Gabriel compartieron. con el pasar de los años Gabriel había evadido estar inmerso en las fiestas de esos tiempos, ese mes de octubre un año y más de salir de la clase, decidió salir al entrar, lo primero que vio fue la gran pista del Salón Rojo en ese instante todos los recuerdos vinieron a su mente, hasta que las manos tersas de Linda recorrieron su cintura y lo llevaron a bailar. Mientras se consumía en medio de la pista los suaves y tensos labios que sintieron su boca lo llevaron a lo máximo y la respiración se cortó al ver que Linda y Marco compartían con él, el mismo beso.
Continuara… |