Una ciudad como tantas…
Mientras la tarde se perdía lentamente para dar paso a la noche, la ciudad se aprontaba para el regreso de sus habitantes a sus hogares, luego de un agotador día de trabajo.
La mayoría de esas personas trabajaba en el puerto, en una pequeña ciudad costera, el trabajo que más abundaba era el de pescador y para eso se necesitaba personas capacitadas y con barcos, pequeños barcos pesqueros que también daban trabajo ya que para mantenerlos en forma se necesitaba personal adiestrado en el arreglo de dichos barcos.
Era una ciudad de personas trabajadoras que sólo deseaban sostener a sus familias sin más lujo que lo que tenían y mantenerse unidos como lo venían haciendo desde siglos.
Por supuesto que no sólo había pescadores, los negocios pequeños abundaban, almacenes, farmacias, doctores que atendían a cualquier hora y hasta un pequeño cine al lado de la comisaría y la Iglesia.
La juventud era poca pero aún la más sana, los vicios de las ciudades grandes aún no habían llegado y parecía que la felicidad jamás terminaría, la gente vivía un promedio de noventa a cien años y se sentían satisfechos de su vida.
Pero… como dicen, nada es eterno y un día llegó la computadora y con ella el Internet y todo cambió.
Los niños en las escuelas tenían, una cada uno, para estudiar, para aprender cosas nuevas hasta que descubrieron que no sólo para eso servían y así de a poco, la mentalidad fue cambiando y la ciudad fue cambiando.
Claro que no solo para bien fue el cambio, es cierto, la gente sabía más pero…
No sólo lo bueno aprendían y la juventud principalmente, ya no era tan sana como antes, las esquinas comenzaron a poblarse de individuos que venían de otras ciudades y que pretendían vender su mercadería aunque con ello se perdiera para siempre la vida de algún muchacho inocente.
La droga se hizo presente y con ella los robos, las familias ya no eran unidas, en cada una había algún chico que la probaba, al principio por curiosidad pero a medida que el vicio se le iba metiendo en la piel, ya no había vuelta atrás y la gente conoció el sufrimiento que padecían las grandes ciudades pero todo era como una rueda sin nadie que la llevara, en cuanto comienza a girar, es muy difícil de parar.
Y la pequeña ciudad sintió la piqueta del progreso, esa que para construir algo nuevo, destruye todo lo que encuentra a su paso aunque para ello arranque de raíz lo viejo sin detenerse a pensar que muchas veces es mucho mejor que lo nuevo.
Y el tiempo fue pasando y la ciudad de pescadores se convirtió en… “una ciudad como tantas” .
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