Con esa inútil vacuna para la estupidez humana, que algunos llaman progreso, y ya estando él medio moribundo, sintió demasiado nuestro peso y no pudo más el mundo. Lloró éste ya rendido y lloró durante tanto, que yace ahora escondido bajo lágrimas de espanto. Unió océanos y mares mediante un mismo elemento, y tuvo el ser humano que reaccionar. Menos triste que contento, no le importó en absoluto, aprender a respirar, bajo este manto acuoso. Creyéndose el hombre astuto, creyéndose muy dichoso, celebraba su proeza: “¡Qué grande, nuestra agudeza!; nos rescató tantas veces...” Y de esta forma, cual peces, los hombres evolucionan. Llegará el día, seguro. Esto es cosa de la herencia, con el tiempo, en un futuro, todo es cuestión de paciencia; seremos peces completos: tres segundos de memoria, tres segundos de conciencia. |