Regreso de Munich
Resumen de lo publicado: Me peleé con mi novia en Munich y me fui sólo al Hotel, donde el Conserje me ofreció alguna compañía, que rehusé cortésmente.
¿Qué hago en Alemania? No tengo familiares ni amigos ni nada. Apenas entiendo el maldito idioma y de la historia y tradiciones de acá no sé un pepino.
Lo mejor que podría hacer es volver a casa, a mis lugares queridos y dedicarme a hacer algo constructivo con mi vida, porque hasta ahora no he hecho nada.
Ha pasado la vida a mi lado como un tren que lleva a excursionistas alegres y decididos, dispuestos a encontrar su destino en cualquier estación, pero yo me he quedado en el andén sin tratar de subirme a él.
Hasta mi hermana se ha casado y sé que es feliz, pero yo…¿qué?
Siempre corriendo detrás de una estrella o de un cometa que no alcanzaré jamás. Siempre junto a la persona equivocada. Siempre enamorado y amando demasiado a las que no me aman, y si alguna me amó, no la supe corresponder o el Destino me la arrebató.
¿Alcanzaré a tener otra oportunidad?
Ya lo dijo Ibsen: Vivir es luchar contra los demonios del corazón y del cerebro.
Seguiré luchando contra estos demonios con una sonrisa en los labios. Expulsaré la melancolía de mi vida. Pondré mil barreras a la tristeza. A nadie demostraré mis sentimientos, porque el silencio es un amigo que jamás traiciona.
Ya estoy volando de vuelta a Buenos Aires. Me olvidé traer un recuerdo para mi hermanita, pero creo que le regalaré la jarra de peltre que me regalaron en esa cervecería de Munich, que con su tapa y esos escudos le va a gustar.
Esta vez me tocó otra azafata. Una mujer agradable pero un poco mayor. Es raro que en esta aerolínea tengan azafatas que no parecen modelos de publicidad. Creo que es mejor así. Me siento más cómodo, porque si la aeromoza es linda, los varones tenemos la obligación de tratar de conquistarla.
Ahora que lo pienso, ¿no será que estoy equivocado?
¿Porqué tengo la obligación de tratar de conquistar a cualquier mujer linda que se me cruce?
Creo que la culpa de esta forma de pensar la tenemos los que nos juntamos en un café a macanear. A mentirnos unos a otros con los levantes que hemos hecho. Con las maravillosas mujeres que hemos ganado, nada más que con nuestra “pinta” y simpatía.
Puede ser que alguna vez haya sido así, pero eso nos da valor para probar una y otra vez e inexorablemente, alguna vez, nos enamoramos de verdad, pero la liviandad y la falsedad de nuestros sentimientos nos hace vivir la vida de un tango. Al final, la mina nos amura…
Arribamos puntualmente. Paso la Aduana en un santiamén porque hay un paro de aduaneros y no revisan a nadie. Lástima que no traje nada.
Conseguir un remise o un taxi es prácticamente imposible porque hay otro paro no sé de qué esta vez y tienen cortada la ruta. Sería inútil llamar a mi hermana para que me venga a buscar, porque no podría llegar hasta el aeropuerto.
Por los altoparlantes anuncian que todo se va a normalizar en unas tres horas. Ruegan en varios idiomas tener paciencia.
Me voy con mi maleta, igual que todos, a esperar las tres horas en la Confitería, tomando un café.
Todo está ocupado. En la Argentina no se estila compartir la mesa con otra persona desconocida, pero me voy a tratar de hacer el extranjero y me sentaré junto a esa rubia despampanante que está sentada solita en una mesa.
Voy a tratar de conquistarla, así tendré algo que contarle a los muchachos…
Cont.
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