Una puesta de sol
que se impregna en el quedo de mi espíritu creador,
una flor que desata sus aromas
para sucumbir con su encanto mis feromonas;
existo en la rosa que vibra temblorosa
en el reposo de su aurora.

Un amor que ha llegado a mi vida
para cambiar el amargo sabor de las lágrimas,
¡el amor a mi misma!,
un corazón que ha resurgido
en el trémulo designio de su destino;
existo en el lato sentir
de los que han desangrado por un castigo divino.

Un poema y una palabra cautiva,
un abrazo desnudo que rompa cada fibra,
un beso de lenguas,
un sonrisa que garantice jugarse la partida;
seguiré brillando aunque las fuerzas no resistan.

Vibro por ti, querida,
existo y me vuelvo fuego y oración,
santifico mi alma y la ofrendo al dolor,
al dolor que abre la conciencia y la esculpe ante la misericordia de un peregrino de alquimias,
un peregrino que llaman Jesús, el mesías.