Puedo pedirte un favor, le dije a Dios...
No escuché más que el sonido de un cuarto oscuro y solitario, con retratos y muebles gastados... Igual me sentí escuchado y le seguí hablando...
Le dije que estaba hasta el cuello de mis deudas, cansado por la edad y medio loco por ser hipersensible... Ayúdame!, Le grité...
La puerta de la casa empezó abrirse... La sombra de alguien empezó a crecer y crecer hasta tocar mis manos... Me asusté y cerré los ojos, me puse en cuclillas y postrado, pedí perdón...
Miau, escuché... Era un pequeño gato que me miraba directo a los ojos, como diciendo: qué haces tonto?...
Me levanté y cogí al gato que era pequeño y de color blanco y marrón... Este empezó a lamerme las manos y enroscar su cola en mis brazos... Me sentí mejor ante este milagro y luego empecé a limpiar toda la casa... Había una mancha en pared y mientras más la limpiaba crecía hasta volverse en un marco o puerta... De pronto de algún lugar de ese espacio, cayó una moneda, luego otra y otra... Cuando pararon de caer, las conté... Eran siete... Las miré y parecían ser muy antiguas... Tenían un gato cada una de ellas... Pensé en su valor... Me acosté y pensé en el día de mañana...
Salí temprano y la llevé a un anticuario... Me dijo que eran muy hermosas pero que su valor era poco... Iba a venderlas pero no lo hice... Volví a mi casa y me dispuse a trabajar en lo que sea... Venderé monedas, pensé... Me haria de un poco de monedas para vivir...
Eso hice... Puse las siete monedas sobre una mesita y empecé...
Los años han pasado... El gato se fue... Pero aún sigo vendiendo las dos de las siete monedas que conseguí... No soy rico pero tengo para comer y vivir en paz... Creo que Dios me escucha... Y me da monedas todos los días del resto de mi vida... Puesto que cada día aparecen siete monedas en la pared de mi casa...