Don Julían en el acmé de su enfermedad decidió contarle a su nieto los menesteres de su profesión, consideró ya era hora de que alguien siguiera sus pasos.

Chulito, que así se llamaba su nieto había resultado todo un barbián y lejos estaba de querer enredarse en los asuntos de su abuelo.

Los apechusques de don Julián comenzaron cuando el capataz de su estancia le informó que ya no trabajaría más con los caballos y de ahí en más tendría que dedicarse a esquilar las ovejas.

Ese día Don Julían se dio cuenta que su patrón Don Crujiente de la Gaita no era más que un viejo Pinchaúvas, y que después de años en que había sido el Mamporrero oficial en su establo ahora lo alejaba de su amado trabajo para relacionarse con las feas ovejas.

Ese día su patrón le regaló un quitaipón rojo como recuerdo de su trabajo y cariñosamente palmó su hombro.

Chulito, lejos estaba de interesarse por las tareas rurales, el prefería seguir sangoloteando un tiempo más y disfrutar de las mieles de la mocedad.

Eso a Don Julián le hacía hervir la sangre y siempre que podía le increpaba que si no hacía algo sería un pobre papahuevos toda su vida.

Chulito tenía un gran agibílibus y siempre se las ingeniaba para salirse con las suyas, el prefería trabajar poco y tener una vida abracadabrante sin mucho esfuerzo físico ya que para el esto era sinónimo de desgaste.

.....continuará